La tierra en el aire, segunda parte
[...]
... Y por fin me senté a
ver el gran evento de Eetoui. Al asomarme a la máquina fotográfica, vi la
imagen del agua lodosa salpicando por la caída del pañuelo y sentí un subidón
de emoción entre alegría y horror. ¡Oh, el sorprendimiento! Nuestra emoción
preferida.
Sintiendo un hormigueo en
la mano, empecé a dar vueltas a la manivela. La imagen se movió hacia arriba en
un salto y no pude evitarlo, moví la cabeza en esa dirección. La fotoseguidilla
subía por una pendiente empinada, desde donde corría un chorro de agua lodosa
hacia el hueco en que estábamos. No paramos hasta ver el azul del cielo y
devolverse en un punto. En un sitio entre dos chorros de agua, una mujer miraba
hacia nosotros y parecía gritarnos. Era baja y rechoncha, estaba vestida con
ropas de una sirvienta religiosa y hacía fuertes aspavientos con los que
demandaba a Eetoui que saliera de ahí. Aunque se veía aterrorizada, lo ocultaba
muy bien detrás de su fachada de patente enojo.
Parecía como si la mujer
estuviera en la boca de una cueva detrás de una cascada, cueva en la que Eetoui
se había internado. Por encima de ella, había apenas un sol de distancia hasta
dar con más tierra desde donde salían retorcidas raíces que goteaban lodo... La
mujer miró de repente hacia arriba, y la imagen se hizo temblorosa y muy
movida. Justo antes de que todo se convirtiera en caos y cambiara de escenario,
vi a la mujer ponerse las manos en el pecho, aterrada.
Decidí devolver el rollo
hasta el inicio... Sabía que vendría algo más emocionante que lo que había
visto ya, así que tendría que economizarlo. Nos esperaban días de espera para
ver aparecer de nuevo a la tigre blanco brumoso y su cachorro. Y más días de
camino hacia la civilización... Tal vez había ido muy rápido en ver el rollo.
¿Qué puedo decir? La curiosidad es la mayor virtud y debilidad de cualquier
escriba competente.
―Kahe,
¿quieres ver algo? ―pregunté, solo para verlo negar con mucha premura y decir
que iba a cazar algo para la cena.
Nada mejor como "amenazarlo" con algo
tecnológico para que de repente esté muy interesado en ser útil.
Mis halcones regresaron
antes del atardecer en compañía del guía. Él llevaba dos conejos en las manos y
un cerdo salvaje en el hombro, premios que de seguro no le pertenecían a él
sino a mi bandada. Por eso, el cerdo se los regalé a mis halcones, y por una
vez, Kahe no se quejó de mi suave corazón para con ellos.
A la mañana siguiente, cogí
el último pedazo de papel blanco que tenía para pedir a la Gran Biblioteca que
me informara sobre el acontecimiento de Eetoui. Mi deseo se fue en la pata de
Sagaz, sumergiéndose en la bruma que siempre teníamos por cielo.
[...]
... Resbalé y me lastimé
las palmas de las manos mientras hacía fuerza para cerrar la entrada, pero me
repuse, y lo logré hacerlo antes siquiera de que mis perseguidores llegaran al
claro frente a la cueva. Sintiendo como el alivio se esparcía por mi cuerpo,
dejé caer mi trasero en el suelo mohoso y recosté la espalda y cabeza en la
gran roca que acababa de mover. Cerré los ojos para saborear el momento. Todo
mi cuerpo seguía caliente, húmedo e inundado del palpitar de mi corazón; y las
piernas gritaban del esfuerzo, pero lo había logrado.
Me di cuenta que estaba
riendo cuando oí mi risa y a Kahe, muerto de miedo y moviendo de un lado al otro la antorcha,
gritándome en su idioma que era una estúpida hereje inconsciente.
―¡No es
para tanto! Tienen recolectando polvo a varios sacos de garras y dientes de Gaelkn,
no van a sufrir ―dije cuando por fin terminé de reír y, él, de estar en uno de
sus momentos de desequilibrio histérico― "la ira de la noche y la bruma"
solo porque robara un par de docenas de esas garras y dientes que no llenan ni
una bolsita.
Y eso le hizo volver a
gritar y a perjurar que el honor demandaba que no me aceptara el pago por sus
servicios, pero yo era tan hereje que ni siquiera le dejaba ser una persona
respetable de esa manera, porque para mí el no pagarle sería un regalo en vez
de un deshonor... Entre tanto lo dejaba gritarme su retahíla, oí cómo los
indígenas llegaron hasta la piedra con la cual habíamos cerrado la entrada de
la cueva, y como daban voces de ira y de terror. Solo puedo imaginar su
indecisión: ¿entrar a la cueva prohibida o dejar ir a una ladrona?
Sonriendo de nuevo y
abrazando en mi pecho la bolsita con garras y colmillos, me acosté en el suelo
y me acurruqué. Con el tiempo, se hizo el silencio y corroboré lo que había
pensado: jamás iban a entrar a la cueva, y Kahe se calmaría con un par de
gritos.
… Estaba a
punto de dormirme cuando sentí el zarandeo. Di una gran bocanada de aire y
sentí como mi cuerpo se llenaba de energía como para aguantar lo peor. Pero
solo era Kahe que, enojado, indignado y aguantando apenas un colapso mental, me
pedía irnos de una vez, antes de que se hiciera de noche.
En verdad que el miedo
atontece.
―¿Pero
qué dices? ―le respondí, intentando ser paciente―. Ellos deben conocer la segunda
entrada de esta cueva mejor que nosotros. Solo podemos salir con seguridad
cuando esté entrada la noche. ―Vi, a la luz del fuego, como sus ojos se
engrandecían de miedo. Queriendo confortarlo, le di un par de palmadas en su
hombro―. Está bien, Kahe, esto es lo que haremos. Apenas anochezca, me iré a
nuestro campamento, cogeré las cosas de valor, llamaré a mis halcones y volveré
aquí y nos iremos faltando muy poco para el amanecer. Así que no tendrás que
soportar mucho la noche y estaremos protegidos por mis halcones, ¿eh? Los que
te caen tan bien.
―¿Por qué
ir hasta campamento? Halcones poder llamados aquí.
―Ya te
dije, tengo cosas valiosas ahí.
Kahe frunció el ceño y miró
hacia las maletas, comida y fuego que teníamos en la cueva. Pero yo solo podía
pensar en que mi máquina fotográficas, las imágenes sin imprimir de la
excursión y el rollo de Eetoui se habían quedado rezagados mientras huíamos.
[...]
... Cuando terminé de
explicarle, Kahe miró hacia la máquina fotográfica con igual intensidad que
siempre, pero diferente emoción. El miedo y desconfianza había sido cambiado
por respeto e idolatría. “La palabra cambia”.
Sonriendo, cogí la máquina
fotográfica en mis manos, miré hacia el cielo ¡azul y radiante por fin! E iba a
tomar una foto de esa imagen cuando, al poner mis ojos en la mirilla, vi que
ahí seguía la imagen de la segunda toma que había hecho Eetoui y que no había
visto en todo ese camino de regreso. Se suponía que en la noche trasanterior la
iba a mirar, pero me quedé totalmente dormida apenas terminé de comer...
Decidí que el cielo podía
esperar, y que Eetoui y su evento me estaban llamando desde hacía mucho. Vi la
primera escena desde el principio como por novena vez. Siempre lograba
emocionarme hasta lo más profundo, sobre todo cuando el pañuelo quedaba
suspendido en el aire y luego cae como una roca. Estaba tan emocionada, que
creía que cualquier cosa que siguiera a eso me hubiera parecido lo máximo
porque era parte de ese excitante inicio. No me había equivocado.
La imagen de la segunda escena
era clara, casi radiante. Se veía las hierbas secas de un lugar luminoso, hasta
que la imagen sube y se centra en el cielo. Sé que Eetoui dejó de mover la
manivela, y me doy cuenta que lo hizo para cambiar lentes y buscar la que
tuviera una vista perfecta de lo que quería enseñarnos. Lo sé porque hubo una
gran diferencia cuando, de un momento a otro, se vio el perfectamente enfocado
cielo prístino y azul, con algunas nubes difuminadas y pocas aves volando a lo
lejos.
¿Qué estás pensando
hacer, Eetoui? ¿Qué se ha hecho la cueva detrás de una catarata en la que la
gravedad se había vuelto totalmente loca? Estaba muy curiosa, pero a la vez
segura de que pronto iba a conseguir mis respuestas. ¡Por el destino, mis manos
sudaban de la expectación!
No me hizo esperar mucho.
Apareció la mano de Eetoui. Son más grandes de lo que creí, recuerdo que
pensé distraídamente, hasta que me concentré en lo que decía la tarjeta que
sostenía: "Haré f.s. Cada media hora, para ver cambios". ¿En
quéeeeee? Grité mentalmente, como si en verdad me pudiera contestar. El
movimiento de la imagen lo hizo. Bajó la vista y fue cuando me di cuenta...
¡Por el destino, la magia y la ciencia! Aunque los movimientos fueron
inseguros, dado que Eetoui tenía que encontrar la mejor manera de orientar la
máquina al punto preciso, yo no pude quitar la mirada de... Eso.
Eetoui estaba en un lugar
elevado donde había una excelente vista panorámica hacia el Valle unicornio.
Nunca he estado en él, pero era como me lo había imaginado: Un hermoso poblado
con varias casas de una planta muy cercanas entre sí, y una que otra vivienda
más grande, pero que no llegaban a ser los edificios cada vez más presentes en
la arquitectura de las ciudades. Aunque no era visible desde esa altura, se
presentía una población activa y competente. Por más que era pequeño, el lugar
parecía organizado, colorido y limpio. A juzgar por la planicie del fondo y los
espacios verdes entre el poblado, se adivinaba que sus actividades principales
parecían ser las agrícolas y pecuarias.
Claro, todo eso lo vi
varios días después, cuando pude quitar mi vista de lo que más resaltaba: una
porción de territorio más o menos circular por encima de una gran cantidad de
tierra de su fondo; tenía la forma de un ancho cono invertido. Se adivinaba el
agua que caía desde algunos límites hacia el hueco donde había estado en la
tierra firme, era una extensa cascada, pero no potente.
¡Eetoui, viejo loco!
Exclamé al darme cuenta de que la fotoseguidilla anterior debió haberla hecho
desde el enorme hueco debajo del territorio en el aire. Y dicen que yo soy
una loca temeraria... ―seguí mi línea de pensamiento, grata y
emocionadamente sorprendida―. Mientras éste va y se mete debajo de la tierra
que acaba de subir en el cielo en medio de un terremoto, donde la gravedad está
loca... Tiene corazón de acero y mente de niño pequeño ¿¡Quién lo iba a
imaginar de Eetoui!? Nunca había estado tan orgullosa de él en los tantos
años que llevo de conocerlo.