jueves, 22 de agosto de 2013

[Chico rata-metal] Llegadas inesperadas, 5/10




¡Recuerden!
Puede tener su blognovela. Si lo quieren.

          
2

¿Desde dónde entraron?, parte final

Ben descompuso el ascensor justo después que el tipo del que se estaba «haciendo cargo» mi madre caía de rodillas al suelo y, luego, en posición fetal, hasta dejar de moverse convulsamente.
Ella, que había llegado hasta el final del pasillo, saltó las piernas del tipo en su camino de regreso, y cerró y abrió la mano con la que controlaba el agua. Ésta cayó al suelo desde el rostro del hombre y él, en medio de toses, pudo respirar de nuevo.
—Vete de aquí si no quieres que vaya en serio —le dijo mi madre, caminando hacia atrás y enseñándole la botella de agua a medio llenar en su mano.
Pero creo que él ni la vio ni pudo oírla. Iba a durar algunos minutos en recuperarse lo suficiente de casi morir ahogado.
Sin tener una respuesta del peligroso hombre que dejaba en libertad, mi madre decidió ir a controlar a Ben.
Él, en la oscuridad del hueco del ascensor y sobre éste, había desenganchado dos de los cables metálicos que tenían suspendida a la cabina. El aparato había dado un bandazo y, chirriando estridentemente, quedó algo desnivelado. Pero Ben solo había mantenido el equilibrio y cogido los cables con una de sus manos. Luego, miró la polea en la parte alta del hueco e hizo un ademán, con dos dedos muy rectos y rapidez. Como si sus dedos hubieran sido dagas y tenido contacto con ellos, los dos cables se cortaron limpiamente y cayeron hasta quedar suspendidos en el aire por la orden mental de mi padre. Ben cogió un cable con cada mano, e hizo al ascensor subir un poco mientras las puertas volvían a abrirse.
 Las flechas de la ballesta no se hicieron esperar, como los movimientos de los cables evitando que éstas dieran con el cuerpo de Ben.
Los chasquidos de los cables al moverse o impactar con las flechas, los bramidos del tipo cuando alguno de los «látigos» daba con él, y las toses de mi padre al estar rodeado de una leve nube de humo por los impactos de las flechas en un espacio tan reducido; eran los sonidos a los que Selena se estaba acercando.
… Hasta que oyó el quebrar de la ventana, y se devolvió hacia la última puerta del pasillo, la nuestra, pasando frente al departamento de la viuda, que había abierto con su bata y gorrito de dormir.
—¡Querida! ¿¡Pero qué pasa aquí!?
Mi madre ni la volvió a ver y solo le gritó:
—¡Regrese adentro y no salga!
Como una exhalación, Selena llegó frente a nuestra puerta y dio un respingo cuando oyó los golpes sordos y potentes al fondo de mi casa. Maldijo no tener las llaves mientras forcejeaba con la puerta, y luego bendijo que Ben fuera un tigre de metal. Mientras los golpes sordos seguían oyéndose insistentemente dentro, ella se devolvió para salvar a mi cada vez más dormido padre, con el fin de que le ayudara a abrir la puerta y salvarme a mí… Y al PdT, claro.

-o-

Mientras mis padres estaban siendo unos geniales pateatraseros, yo había subido en carrera a apagar mi muy enervante despertador y, luego, hacía de responde-preguntas al PdT mientras cerraba la puerta de la casa con llave… Sí, mea culpa.
—¿Estamos en peligro?
—Puede ser. Lo más seguro que sí.
—¿¡Pero por qué no quiere llamar a la policía en vez de ir a enfrentarse solos al peligro!? 
—Estarán bien. —Tanto lo deseaba, que lo creía.
—¿Pero qué rayos sucede aquí?
—Largo de explicar —respondí por inercia, era una de esas preguntas que nos decimos sin esperar ser contestados—. Vamos, sígame —le exigí.
Yo había iniciado el camino hacia la entrada del Círculo, que estaba cerca de las escaleras, esperando que él me siguiera, pero el PdT se había quedado quieto en su sitio. Di un bufido, me devolví, lo tomé de la camisa y lo empujé un par de pasos hasta que me siguió solo.
—Pero él está herido. ¿Seguro que estarán bien?
—Por una vez estamos de acuerdo, PdT —susurré.
—¿Qué?
—Nada, Mark.
Abrí la puerta del Círculo, y le pedí que pasara con un cabeceo impaciente, mientras él seguía con sus incesantes peguntas:
—Él… Parece de dudosa reputación, ¿quién es?
—Mi padre.
PdT se quedó en silencio, viendo estúpidamente hacia la puerta de metal reforzado que yo acababa de cerrar. Cuando reaccionó lo hizo con, ¿adivina? Sí, otra pregunta.
—¿Esto es una habitación del pánico?
—Se puede decir.
Solo algo de un nervioso silencio y, luego:
—¿Pero qué, exactamente, tienen pensando hacer allá afuera?
¿Y yo cómo diantres lo iba a saber?
—Oh, solo han querido ir a besuquearse a la luz del amanecer.
—¿¡QUÉ!? —salió del shock PdT, mirándome con alarma y luego, imagino que cuando vio mi expresión exasperada, enojo—. ¡No es momento para bromas!
—Ni para preguntas estúpidas —se me salió decirle, tal  vez porque era la pura verdad.
PdT no me regañó pero desde ese momento, me trató con distante y, gracias al cielo, silenciosa cordialidad. Y, tengo que reconocerle, debió hacer un gran esfuerzo para no dirigirme de nuevo la palabra. Por su andar nervioso y su incesante manoseo de brazos, mientras veía de allá para acá lo que encontraba en el Círculo, era perceptible que NECESITABA hacer preguntas.
Cualquiera se daría cuenta que ese lugar no parecía una habitación del pánico.
El Círculo es ese espacio donde vas tirando las cosas que no usas, pero tampoco quieres botar. O, al menos, eso parece a simple vista. Cuando se entra, hay un área vacía que tiene un dibujo en el suelo de madera. Es un Yin Yang de unos dos metros de diámetro, hecho por una circunferencia de algunos centímetros en grosor y profundidad. Los círculos de dentro son algo así como pequeñas palanganas labradas en la madera y, la línea con forma de «S» en el medio, es muy parecida a la circunferencia, pero más delgada. 
PdT había estado viendo hacia arriba, al techo hecho de varias ventanas de vidrio cerradas, por las cuales se filtraba la luz del día y se veía el cielo despejado… Por estar viendo eso, casi se cayó al trastabillar con uno de los círculos del Yin Yang. Fue así como centró la mirada en éste.
Yo, que me había sentado en el Yang porque no había otro lugar para hacerlo con comodidad, sentí su mirada interrogadora. Pero no le contesté, porque estaba harto de responder sus preguntas y, aunque quisiera hacerlo, no era algo que debía explicar. Al menos, no se había encontrado con un pentagrama. Si no entendía por sí solo que en ese lugar vivía una bruja, y que esa bruja era su novia, era un caso perdido.
No les sorprenderá saber que los PdT no suelen caerme excesivamente bien y éste, con su demostrada incompetencia, me había hecho pasar de esa fase en que me daba igual, al desagrado.
Por lo que, sumidos en nuestro mutuo silencio nervioso y poco amigable, cada uno esperó a su manera. Mientras él se acercaba a los muebles y anaqueles alrededor y al fondo del Yin Yang, que tenía flores por aquí, probetas por allá, un horno por acá, frascos con higos secos o prístinos químicos de olor agrio arriba, una enredadera vegetal en la pared sur, ollas, etc, etc; yo inspeccionaba lo que mi padre me había dado para mi «protección»… ¡Qué decepción! Por más que busqué en él algo sorprendente, sólo parecía un caracol-coral de porcelana verde. Luego supe que era jade, el material mágico por excelencia en «nuestra cultura», pero en ese momento solo me pareció una baratija del mercado de pulgas que me hacía sentir hasta aún más frágil.
—¡Oh, vamos Ben! —exclamé en un susurro, entre el enojo y la desesperanza. Sentí el pecho apretado del miedo nuevamente.
—¿Qué es este lugar?
«Caso perdido, definitivamente», pensé.
—El herbolario de mi madre.
PdT sabía que era una media verdad, claro. Pero solo hizo un ademán de frustración y se sentó en el Yin.
—Selena va a… —empezó a decir, pero se calló y miró hacia la puerta—. Espero que estén bien.
Estuve de acuerdo con su confusión y sus deseos. El silencio ya no fue tan poco amigable, pero sí cada vez más nervioso.
Justo cuando empecé a sentir que necesitaba ir al servicio sanitario, como hago cada mañana, fue que creí oír algunos chasquidos y, poco después, muy cerca, cristales quebrándose… «La ventana de la escalera de incendios», pensé acertadamente, y con vuelco en el estómago. Habían entrado.
—¿Será Selena? —pensó erróneamente PdT, e hizo una intentona de ir a abrir la puerta.
Yo me levanté de un salto y lo tomé de la camisa nuevamente.
—No te muevas de aquí.
Pero PdT hizo un intento de zafarse y abrir la… ¡El golpe fuertísimo, el estremecimiento de la puerta, nos hizo tener una sacudida!
Devolviéndonos al Yin Yang, saqué el objeto de mi bolsillo y soplé en el hueco del caracol-coral una y otra vez.
 

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