¡Recuerden!
Pueden tener su blognovela. Solo si lo quieren.
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¿Desde dónde entraron?, primera parte
Según lo que Ben estuvo gustoso de
contar, junto a lo que le sonsaqué a mi madre, cuando salieron de casa se
pusieron de acuerdo en usar el elemento sorpresa. Planearon encontrarse a los
tipos antes de que llegaran a su destino final, nuestro apartamento.
De una matemáticamente perfecta
manera, había solo dos formas de llegar hasta ese piso dentro de nuestro
edificio. Mi madre se hizo cargo de una al estar a un lado del ascensor y, a
unos metros de ella, Ben vigilaba subrepticiamente las escaleras.
¿Parece un excelente plan, verdad?
Y hasta pensaron que muy
posiblemente iban a tener que movilizarse para dar caza a quiénes fueran,
usando de su lado que estaban en territorio conocido. Porque, aunque hubieran
seguido el rastro de Ben hasta nuestro edificio (nada difícil, gotas de sangre
en vez de migajas. Pan comido), era posible que no supieran en dónde se
escondía exactamente. Y nuestro departamento está en el último piso de cuatro.
Así que, si los tipos malos no subían directamente, iban a empezar a barrer el
edificio en su búsqueda. Si era así, mis padres solo debían usar un poco sus
súper oídos, mucho de su instinto felino, conocimiento del lugar, habilidades
varias y ¡KaBum! Los atacarían por sorpresa.
… O, simplemente, alguien sin
importancia había estado jugando con los intercomunicadores del edificio y
nosotros éramos una panda de paranoicos. No, claro que no podía ser eso cuando
se trata de mi familia. Pero en «Racionalworld»
lo habría sido. Algunas veces, aún extraño los tiempos en que mi pensamiento,
cuando sucedía algo extraño, era acorde a ese mundo lógico y común de los que
no saben. ¡Ah, mis trece años de infancia y ceguera!
En fin. Que mi padre estaba a un
lado de la escalera y mi madre, del ascensor. Los dos en silencio y alertas,
escuchando muy atentamente para saber si los tipos estaban barriendo el
edificio o sabían directamente a dónde ir.
El ascensor se empezó a mover para
bajar desde el tercer piso al primero. Mi madre profirió un leve «shhh», y Ben entendió que se trataba de
una seña para que la mirara. Cuando lo hizo, ella dio una cabezada para que
reparara en los números del ascensor. Oyeron el leve pitillo debajo de ellos.
En la pared, la luz se quedó un instante iluminando de rojo el número «2» pero luego, el ascensor empezó a
subir hacia el tercer piso…
Mi padre decidió dejar su posición
junto a las muy solitarias y silenciosas escaleras, para ir hacia la entrada
metálica del ascensor. Se posicionó del lado contrario que estaba ocupando
Selena, con la espalda en la pared al igual que ella. Movieron las cabezas al
frente y al lado para mirarse e intercambiar ideas a base de gestos.
Mi madre dice que ella entendió que
debía estar atenta a ataques bajos. Ben insiste en que su movimiento de cabeza
quería decir que, de seguro, habían salido un instante para oler el piso en
busca de su rastro.
Oyeron el leve sonido del ascensor
moviéndose. Miraron de nuevo hacia los números. El «4» se iluminó en rojo, el pitillo les hizo tener un subidón del
pulso cardiaco. Con un hombro en la pared, estuvieron listos para la acción. Mi
madre abrazó su botella a la altura del pecho. Las puertas empezaron a abrirse,
según como lo sintieron, irracionalmente lento.
Ella abrió la botella, mi padre
alistó su cuchillas y se dieron la vuelta para estar de frente al ascensor.
¡Nadie! Las puertas seguían cerrándose cuando la flecha de la ballesta rasgó el
jeans de Ben a la altura de la rodilla.
Al igual que habían hecho mis
padres, los tipos se habían recostado de espaldas a las paredes laterales del
ascensor, previniendo justo lo que había pasado.
Todos muy paranoicos por aquí, y con
justa razón.
Los hombres dispararon tres flechas
más, como cubierta para poder salir del ascensor. Una dio al suelo, otras dos a
una pared. Todos detonaron una pequeña nube de polvo rosado al clavarse. Como
Ben corroboró después, eran unos potentes somníferos mágicos.
Mis padres se habían devuelto a su
posición inicial, recostados a la pared, respirando rápido, los ojos muy
abiertos.
Cuando los tres hombres estuvieron
afuera, pudieron ver sus musculosas espaldas en muy altos cuerpos de contextura
fisicoculturística, más unas sobredosis de testosterona y esteroides.
Selena, la mujer de metro sesenta y
cincuenta y cinco kilos, fue la primera en atacar. Dio una patada a los riñones
del que estaba más cerca. El tipo dio dos pasos, casi cayéndose, antes de
devolverse con los puños al frente y gruñendo de rabia. Intentó conectar un
golpe, pero mi madre se agachó y dio un par de pasos hacia atrás. Él gruñó unas
malas palabras y la siguió por el camino, alejándose de los otros dos.
—¡Maldita…! —pero justo cuando iba a
terminar su insulto, su voz se convirtió en gargajos.
Mi madre había hecho moverse el agua
de su botella a un movimiento de su mano. El chorro había salido como si
estuviera vivo, como una transparente culebra que se mueve siguiendo los dedos
de Selena y, cuando el hombre se había acercado queriendo tomarla del cuello,
ella mandó el agua a impactar en la cara del tipo, y luego hizo un movimiento
expansivo con la mano. Tomando la forma de algo así como una máscara
semicircular alrededor de la boca y la nariz, el agua le estaba ahogando.
Él, en pánico, intentó alcanzar a mi
madre con una mano al frente y otra en su cuello. Pero ella se movió elegante y
rápidamente hacia atrás, fuera de su alcance, concentrada en mantener su mano
ligeramente abierta en la posición deseada para que el agua no cayera.
-o-
Mientras tanto, mi padre también
había entrado en acción. Al inicio, iba a darle una cuchillada en la nuca al
tipo más cerca suyo; pero él lo esquivó, tomó su mano, la apoyó en su hombro
por atrás y le hizo soltar el cuchillo al hacerle presión en la palma y darle
dolor.
Ben logró soltarse al patearle la
pantorrilla y quiso volver a atacarle, pero él lo esquivó cuando mi padre iba a
herirle con la cuchilla que le quedaba, luego movió un brazo para intentar
golpearle con el codo.
Mi padre apenas lo evitó yéndose a
atrás y a un lado, en donde alejó el puño del segundo tipo al interceptarlo con
el mango de la cuchilla. Oyó el crujir del hueso quebrado, y la maldición
pertinente del recién herido.
En medio de la conmoción, Ben impuso
la mano hacia donde estaba la cuchilla tirada y esta voló, como si estuviera
fuertemente imantada, hacia esa mano. Con sus dos armas de nuevo en su poder,
mi padre levantó la vista y se encontró con la punta de una flecha a
centímetros de su nariz.
—Tira las armas, danos el silbato y
no te mataremos —dijo el tipo que le apuntaba con la ballesta y tan rápidamente
recuperado del dolor en el puño.
Ben tiró las cuchillas, y levantó
las manos… El «4» se apagó y el «3» se prendió con su luz roja mientras
hablaba con sonrisa nerviosa.
—Está bien, está bien. Solo quieren
al perro de Fu, son profesionales. —las puertas del ascensor, detrás de Ben, se
empezaron a abrir. Los hombres se pusieron en guardia. Mi padre no pudo evitar
sonreír más—. Pero yo también lo soy.
Apenas con el espacio suficiente
para caber en el hueco, Ben saltó hacia atrás y las puertas se cerraron con él
dentro del espacio para el ascensor, cayendo de pie sobre éste.
Mi padre se había dado cuenta que
necesitaba armas más poderosas y de largo alcance que sus cuchillas.
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