miércoles, 4 de septiembre de 2013

[Chico rata-metal] Llegadas inesperadas, 7/10




¡Recuerden!
Puede tener su blognovela. Si lo quieren.


3

¿Qué hace el silbato de jade?, parte final

-o-

Cuando la Oni pudo abrir totalmente la puerta, PdT y yo ya habíamos hecho la barricada y nos habíamos escondido en diferentes lugares al fondo.
Yo saqué y soplé en el coracol-coral, por más que cada vez que lo hacía, me decía que era una estupidez seguir intentando conseguir… Lo que fuera que debió haber pasado la primera vez que lo soplé.
Detrás de los estantes con objetos varios y pequeños, vi la puerta abrirse con dificultad pero inevitablemente. Movió uno de los muebles de la barricada, éste corrió el segundo, que dio un giro y chocó con unos estantes. De ahí se cayeron varios frascos con sustancias líquidas o coloides y poseedoras de quién sabe qué utilidades mágicas. Por lo que, además de la invasión de la Oni, hubo humo verde, olor agrio-dulzón y el sonido agudo de la efervescencia en el de repente no muy seguro Círculo.
Aún si las sustancias hubieran iniciado un fuego, no hubiera podido dejar de ver hacia la Oni. Era una de esas cosas que no quieres mirar, pero que un impulso masoquista te demanda hacerlo, porque no puedes ni mover la cabeza ni cerrar los ojos para evitarlo.
Era horrible.
Más de dos metros de puro músculo, cabello negro, fino y lacio, piel roja y dura, tres rasgados ojos amarillos hechos por solo pupilas que miraban de un lado al otro, y dos enormes colmillos inferiores saliendo de su ¿boca, hocico? entreabierto. Sus gruesos y largos brazos, con manos gigantes de muy largas garras, se apoyaron en el mueble. Adelantó la cabeza para inspeccionar mejor el lugar. Respiraba con mucha dificultad, imagino que por el esfuerzo que hizo para abrir la puerta, y maldijo en japonés, antes de gritarnos algo en ese mismo idioma.
Deseé con toda mi alma haber podido entenderle. En mi ilusión, pudo haber sido clave para una resolución no violenta de la situación, ser todos amigos, darnos la mano y no vernos nunca más en la vida. Después de creerme eso por un par de segundos, simplemente seguí soplando el ya odiado caracol-coral inservible, mientras estaba petrificado por tener una extraña combinación de falta de respiración, dolor de estómago, pulso cardiaco en todo el cuerpo y muchas plegarias mentales a todo dios, a mis padres, al Círculo, a despertar de la pesadilla y a los milagros y lo imposible.       
Aunque estábamos en esquinas diferentes, creí oír un gimoteo y parloteo susurrada del PdT, que debía estar en la misma condición mental que yo. Deseé realmente estar junto a él, como si sintiera que compartir el miedo lo iba a empequeñecer… Desperté de mi miseria y me mandé a recobrar la compostura. ¡No podía estar al mismo nivel de horror que un PdT!
La Oni se subió a un mueble y, literalmente, pasó nuestra barricada en un par de zancadas por encima de ella. Sin problemas, bajó al suelo (PdT dio un gritillo), dentro del Círculo y a metros de tenernos a su merced.
Sin embargo, ¡Oh, gracias infinitas! Apenas dio un par de pasos con sus descalzos y grotescos pies, una de mis tantas plegarias se realizó. Al Círculo le gustaba su recién llegada tan poco como a mí, y lo dejó ver con algo parecido a calinas con destellos blancuzcos deformando el aire, subiendo desde todas las líneas y los círculos internos del Yin Yang inscrito en el suelo y que rodeaba a la Oni.
—¡Por Dios! —exclamó el PdT.
La Oni también había exclamado algo. No parecía herida, pero sus movimientos se hicieron muy lentos, sus cabellos y ropas se movían al son de las calinas. Tenía cerrados los ojos, su cuerpo totalmente erizado, y temblaba del esfuerzo.  
Yo agradecí no solo al Círculo por accionarse, si no a mi sentido del humor por hacerme reparar en que la Oni vestía licra gris por debajo de un entallado vestido celeste… ¡Demasiado surrealistamente femenino para tomármela en serio! Por fin pude dejar en paz al caracol-coral y, mientras lo guardaba en el bolsillo de mi buzo, me puse en pie, con un plan en mente.

-o-

—¡Eh, eh! —dice Ben que amenazó mi madre, con su dedo en alto—. ¡No me haga matarlo! ¡VÁYASE!
Pero Selena insiste que, cuando vio caminar hacia ellos al primer tipo que casi ahogó, con cara de desear «devolver el favor» rodeando las manos en el cuello de ella; mi madre solo le había notificado que su camarada estaba inconsciente y necesitado de su ayuda, y que las autoridades ya venían en camino. Ella dice que, muy inteligentemente, él decidió escapar.
Sin nada más de qué hacerse cargo, ella se quedó abrazando y abofeteando a Ben, para que no se cayera ni durmiera, mientras hacía todo un gran esfuerzo de concentración en poder abrir la puerta y desenganchar la cadena.
Como Ben estaba más dormido que despierto, y yo quiero conciliar la imagen de mi madre, (la que no me deja en paz hasta que le doy un beso de despedida o buenas noches), con esta mujer mortalmente peligrosa al tener una botella de agua en sus manos, hago de cuenta que la versión de ella es la real.               
… «¿Y el tercer tipo?» se preguntó distraídamente mi madre, justo antes de que Ben pudiera mover la cadena y se despertara por sí solo al oír el tremendo sonido de cristales rompiéndose, seguido muy de cerca por un golpe seco y fuertísimo, tanto que hizo vibrar todo el apartamento y temer lo peor a mis padres.
El sonido venía justo de dentro del Círculo.

-o-

Mi plan era muy simple:
—¡Salgamos de aquí! —le grité al PdT, corriendo entre las estanterías, paralelo al Yin Yang, y sintiendo la mirada de la Oni justo en mi muy erizada nuca.
No tuve que decírselo dos veces. De hecho, el PdT había llegado al mismo plan antes que yo, y ya estaba cerca de la puerta. Se había quedado ahí, moviéndose de adelante hacia atrás, totalmente pálido y con los ojos muy abiertos. Lo entendía: para poder salir, había que pasar muy cerca de la Oni y del Yin Yang encendido de calinas mágicas.
Pero eso no se comparaba con mi situación. El PdT no tenía que vérselas con pasar entre una Oni que no dejaba de mirarle por más que sus tres ojos estuvieran entrecerrados; y al otro lado, el reguero de sustancias varias, con su humo aún más verde, su olor más agrio que dulce y su sonido, que había pasado de efervescente a burbujeante. Para empeorar la situación, porque solo así puede ser con mi suerte, las calinas me hacían sentir apretujado por el aire solo al estar cerca del Yin Yang. Y, no olvidemos, era un chiquillo de trece años y él un adulto que tomó toda su «valentía» para correr hacia un mueble, brincar sobre él y salir del Círculo, dejándome solo con un monstruo en la habitación.
—¡Estúpido PdT! —escupí.
Me acerqué a la salida, concentrándome en el reguero que burbujeaba en una mezcla de colores artística, pero que me hizo imaginar ácido derritiendo mis descalzos pies.
Muy consciente, gracias a un escalofrío en la espalda, de que la Oni tenía toda su atención puesta en mí, pensé que podría dar un rodeo y salir por el mismo lado que el PdT. Así que me di la vuelta, di un paso y sentí como cogían mi camisa, y que la muy desgraciada se convertía en el arma por el cual mi cuerpo terminó de frente a una muy enojada Oni, por más que grité, pateé y moví mis brazos, tratando de zafarme, con verdadero pánico.
¡Ah! Y el Yin Yang se «apagó» justo cuando yo lo traspasé, suspendido en el aire y cogido como un saco de papas por la fuerte mano de la Oni. Dice mi madre que el muy traidor lo hizo porque soy su protegido y no quería hacerme daño. De nuevo, ¡estúpidos mecanismos de defensa mágicos!
Estando tan cerca de la monstruo, su apestoso olor a sudor y sus tres ojos rasgados, recuerdo que pensé que su piel era como hormigón. Mientras preguntaba algo en japonés, babeaba alrededor de los enormes colmillos inferiores. Sufrí unos fuertes cosquilleos en la espalda, al imaginármelos incrustándose en mí… «Sóplalo o dáselo» recordé la orden que me había hecho Ben. Temblando del terror, moví una mano hacia el bolsillo para darle el caracol-coral, dado que soplarlo no me serviría de nada. 
—¡SUÉLTALO! —fue el grito de guerra que coreó a un fuerte golpe metálico propinado en la cabeza de la Oni.
De pronto tuve los pies en el suelo. Sin tener que pensarlo, corrí y me subí al mueble de la salida. Ahí me encontré, al parecer tan sorprendido como yo, al PdT esgrimiendo una destrozada lámpara.
La Oni había rugido y vuelto a vernos, pero eso pasó a segundo plano, porque oímos un fuerte golpe y unos gañidos. Una sombra descomunal nos cubrió. Imagino que el PdT y la Oni hicieron lo mismo que yo: ver hacia arriba. En la parte exterior del techo había un perro de Fu, moviéndose desesperado, mirando hacia nosotros, oliendo y chupando la ventana. No dejé de verle hasta que los cristales cedieron, el estruendo y el gañido se acercaron y… Esa vez pude quitar la vista, mientras  me cubría la cabeza con los brazos.


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