¡Recuerden!
Puede tener su blognovela. Si lo quieren.
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¿Y el tercer tipo?, primera parte
Pero, por más que no lo vi, sí pude
oír el tremendo golpe, casi perder el equilibrio cuando vibró todo el lugar,
escuchar más cosas cayéndose y quebrándose, sentir los impactos, y el dolor de
una cortada en mi mejilla, por los vidrios quebrados y cayendo de lo que antes
fuera el techo. Pero nada se comparaba con los gritos de dolor de la Oni y los gañidos
lastimeros del perro de Fu.
—Sal… salgamos… —decía el PdT, y
sentí sus frías y sudadas manos en mi cabeza, como si quisiera evitar que viera
lo que él sí presenciaba.
Dimos la vuelta, bajamos del mueble
y salimos del Círculo por fin. PdT cerró la puerta tras sí, y eso apagó mucho
los lastimosos sonidos. Me tranquilicé un poco, aunque terminé de hacerlo, al
menos lo más que podía dada la situación, cuando vi a mi madre correr hacia mí
y me abrazó con mucha fuerza. El miedo se diluyó en un tan necesitado alivio,
tanto que hasta los gemidos apagados dejaron de darme tanta pena.
—¡Oh, gracias al cielo! —exclamaba
ella, llorosa—. ¿Están heridos? ¿Pero qué ha pasado? Mark, ¿qué hay adentro?
—uno de sus brazos me soltó, y lo alargó al PdT. Sentí que él hizo un
movimiento brusco para alejarlo y lo vi irse con rapidez, sin ver atrás ni
decir nada. Pero mi madre pareció no darle importancia. Me soltó solo un
instante, porque luego puso sus manos en mis hombros y me vio a la cara,
preocupada—. ¡Estás sangrando! ¿Tienes otras heridas?
—No, nada. —dolía, pero prefería que
arreglara ese embrollo, antes de que se preocupara por una cortada sin
importancia—. Adentro, están una Oni y un perro de Fu. Creo que eso es lo que
hacía con el caracol-coral, llamé al perro de Fu, pero se cayó y… Creo que
sobre la Oni, no sé…
Le conté un resumen caótico,
nervioso y atropellado de lo que había pasado. Ella me oía, pidiéndome que
fuera más despacio, respirara profundo, explicara mejor algunas cosas y, en un
momento, haciéndome picar dolorosamente la mejilla. Así logré tranquilizarme
hasta dejar de temblar y recuperar la compostura. Fue cuando recordé, alarmado,
e interrumpí el relato:
—¿Y Ben?
—No te preocupes, está en el
recibidor. Está dormido y no despertará hasta dentro de unas horas. Está bien.
Solo abrígalo, y luego llama a Lee.
Yo asentí, acostumbrado a seguir
ciega y mudamente sus órdenes en ese tipo de situaciones. Me abrazó otra vez y,
al soltarme, me dio una palmada en la espalda, invitándome a caminar. Pero no
podía dejarla sola así como así.
—Son muy grandes, tal vez…
—Si veo que no puedo hacerme cargo,
me salgo. Ahora, haz lo que te digo.
—Ten cuidado —le ordené. O imploré.
—Siempre.
Mi madre se dio la vuelta para abrir
la puerta del Círculo. El gemido lastimero del perro de Fu no la hizo
retroceder, pero sí me convenció de ir a por mi padre.
Ella no salió de ahí en horas.
-o-
Nada como ver a la luz del día el
recibidor, para darme cuenta de lo extensa que había sido la herida de Ben
cuando llegó solo unas horas antes. La sangre en la alfombra, el sillón y su
camisa, que se movía con el viento que llegaba desde la ventana quebrada… Más,
la lámpara, el techo destruido y varios ingredientes del Círculo… «¡Pero no es momento de hacer recuento de
los daños!» me regañé, y fui a cerciorarme de que Ben solo estaba
durmiendo.
A juzgar por sus ronquidos, así era.
Estaba muy despatarrado en el sillón más cercano a la entrada. Aunque se le
veía un poco de sangre en sus vendas, algo pálido e imposibilitado de estar
despierto, yo me relajé porque parecía en buen estado, considerando la
situación, claro.
Subí a mi habitación, bajé con mi
edredón y teléfono celular en el bolsillo, cobijé lo mejor que pude a Ben,
teniendo en cuenta su peso y mi consideración para con su herida. Al terminar,
recordé que más tenía que hacer: llamar a Lee y orinar. Pero no tenía el número
de él en mi teléfono celular. Oh no. Eso quería decir que debía entrar a la
habitación de mi madre y, justo en ese tipo de mañanas, la sola idea de mirar
hacia esa puerta me parecía repulsiva.
Tomé valor y entré, intentando hasta
no oler nada.
Después de unos cuatro meses en su
relación, esa noche había sido la primera del PdT en casa, y ella solía hacer
de esas veladas una ocasión especial. «¡Y
vaya que lo fue!» Pensé morbosamente divertido y evitando mirar a la cama.
Al inicio de la velada, PdT se las
había visto con una romántica cena de dos convertida en una común para tres,
porque yo llegué cuando se suponía que iba a dormir fuera de casa.
Lograron salvar la ocasión al salir
del apartamento a dar un paseo y regresar cuando dormía, (insértese aquí
«cierta actividad», para mi gusto inexistente al tratarse de mi madre), luego
les tocó la puerta un herido Ben… Y todo terminó en una Oni aplastada por un
perro de Fu en una habitación mágica a medio destruir.
Dejé de sonreír. Muy posiblemente,
Mark no iba a regresar y mi madre se lo iba a pasar mal, no solo por él,
también al lidiar con las repercusiones de todo lo que acababa de pasar y que
había traído hasta aquí Ben.
Aunque no se puede culpar a mi padre
por traernos problemas, porque solo intentaba no morir al buscar ayuda
médica-mágica, en ese momento sí que lo hice.
Encontré el teléfono celular de mi
madre en la mesita de noche. Salí de ahí y, apenas lo activé, vi que había un
mensaje de, vaya coincidencia, Lee. «Reporte
de status. Tenemos que hablar». Él siempre tan marcial y al punto.
Antes de llamar a Lee, toqué la
puerta del Círculo y pregunté:
—¿Necesitas ayuda?
No que me muriera de ganas por tener
que entrar ahí. De solo imaginar la situación, me parecía… No apta para
menores. Pero, como ella era a la que acababan de destruir parte de su querido
Círculo, tenía un ex que le traía solo problemas y un nuevo ex por ese problema
traído, me parecía lo mínimo que podía decirle.
Al menos, todo estaba muy silencioso
ahí dentro, y eso presagiaba buenas cosas.
—No. ¿Qué dice Lee? —respondió ella,
atareada.
Ese también era un buen tono de voz.
El que decía: «Puedo hacer que todo esté
bien, pero solo si no me estorbas al trabajar».
—Creo que ya lo sabe. Dejó un
mensaje: Reporte de estatus, tenemos que hablar.
—Hazme un poco de café antes de
llamarle, por favor.
Me lo había imaginado. Mi madre usa
el café como calmante. Al lado de la cocina como estaba, me di cuenta de que
tenía hambre. Y sueño… Pero, antes que nada, fui a orinar.
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