domingo, 18 de agosto de 2013

La originalidad viene en cinco paquetes!





¡Hola gente!

Hoy vuelvo a “filosofar” sobre los cuentos, porque hay algo que me gusta mucho de ellos: ¡Originalidad! Es que leer un escrito con calidad y que te deje con la sensación de que has leído algo que en ningún otro lado vas a encontrar ¡Es hermoso! Y si es corto, no te quita mucho tiempo y te deja con muy buen sabor de boca, ¡Lo mejor!
Ahora, con su permiso, me voy a auto-citar. A menos de que me “estalle en la cara” otra versión de originalidad, para mí se da: En el tema, forma de mostrarlo o en un twist que sorprenda al lector(a) y, a la vez, sea congruente con el escrito.
Y una manera en que casi siempre voy a sentir la originalidad es cuando me cambian el formato.
Hoy vengo con cinco ejemplos de formatos que no son nuevos pero siguen siendo originales porque se usan relativamente poco. ¡A por ellos!

Diario

«Una muerte seca, una muerte lenta…
Eso es lo que se esconde debajo de las eruditas palabras “estado depresivo”.
No puedo más. Acabo de inyectarme. Un respiro. Un respiro más. 
(…)
Absurdo. Esta anotación es un absurdo. No es tan terrible. ¡Tarde o temprano la dejaré!».
Morfina”. Mijaíl Bulgákov.  

Con el formato de diario podemos ver el desarrollo de una situación desde el punto de vista más íntimo del personaje. En el diario no hay tapujos, más que los que el mismo personaje tenga, para contar la verdad real ante el sí mismo. Se puede ver el cómo la situación le cambia, el cómo es un ser con matices a veces contrapuestos, el cómo el tiempo y los momentos cambian las reacciones a las situaciones y leer sus estados de ánimo no tanto en lo que cuenta, sino en cómo lo cuenta. Y, a veces, hasta te permite sentir que conoces más al protagonista de lo que él mismo o misma se conoce.  



Conversación incompleta

Y, claro, nadie le creía. Pero el tipo calvo del que te hablo sí le creyó, y le compró la droga… ¡Espérate, no interrumpas!
“Llamada de larga distancia”. Cardona Peña.

Es un segunda persona pícaro, juguetón, que cuenta la historia con una mirada cómplice y muchos guiños al o la lector(a) como pidiendo, “anda, estoy hablando contigo, pero tú juegas a ser tal personaje”. Demanda que tengas imaginación para llenar los vacíos de diálogos y, de esa manera, te mete más en la historia.
La forma en que cuenta el relato tiene una cualidad más oral que escrita. No hay una corrección total. Es alguien contando con sus maneras, con sus palabras e interjecciones y, por eso mismo, da una sensación de poder oír o ver al personaje tanto o más que a la situación que cuenta.       

Epistolar

«Mi hijo ha muerto ayer, y ahora no me queda en todo el mundo nadie más que tú; tú, que no sabes nada de mí; tú, que entre tanto te distraes con tus asuntos o con otros hombres. Solo te tengo a ti, que nunca me conociste, a quien siempre he amado.»    
“Carta de una desconocida”. Stefan Zweig.

Otro segunda persona pero sin toda la picardía de la conversación incompleta. Sin embargo, podemos jugar. En la epistolar, se usan tres componentes para ello: quién escribe, cuál es la situación por la que envía una carta y quién la recibe. Con esa “receta básica”, podemos inventar (o conocer) todo tipo de cartas, personajes, situaciones, reseñas de mundos y hasta desarrollo de situaciones si son varias (y más si vemos el intercambio entre emisores y receptores) en cuentos que invitan a tomar cartas en el asunto.

Informe y/o Bitácora

«Traduciré fielmente el informe, compuesto en un inglés incoloro, sin permitirme otras omisiones que las de algún versículo de la Biblia y la de un curioso pasaje sobre las prácticas sexuales de los Yahoos que el buen presbiteriano confió pudorosamente al latín. Falta la primera página.»  
El informe de Brodie”. Jorge Luis Borges.

Varias veces estos tipos de cuentos (y no escribo solo del informe y/o bitácora, sino todos menos la conversación incompleta) tienen esto: Un narrador que presenta el cuerpo del cuento. Algunas veces matiza el relato con su opinión o con más información para entenderlo mejor, pero también puede solo ser un “ente neutral”. Fuera como fuera, este narrador contextualiza y le confiere “realismo” al cuento.
Y eso que los informes y bitácoras no necesitan mucho de esto. Dan por hecho un contexto institucional dentro del cual se hace el informe o bitácora, y de esa manera se presiente realismo porque no es una historia en sí, son “hechos” que el/la que escribe está reportando.
 Algo que me gusta hacer con este tipo de cuento es imaginar la humanidad dentro del relato, en el caso de que sea “muy profesional”, y el cómo las situaciones o su manera de ver el mundo influye en lo que cuenta el narrador.
   
Reportaje

«Aprendieron veinte idiomas en un solo día, y resolvieron dificilísimos problemas. Los médicos entraron en acción y descubrieron, horrorizados, que el mal no solo era progresivo, sino contagioso.»             
Un interesante reportaje”. Cardona Peña.

Tengo que dejar algo en claro: Cardona Peña es toda en originalidad y versatilidad. ¡Punto! Por eso le hice su reseña hacevarias semanas. Y que sea tan poco neutral con él, no quita el punto. ¡He dicho!
Tal vez no parezca en ese extracto, pero como dice el nombre, ese cuento es un reportaje. En este tipo de cuento se presiente el “realismo porque habla de hechos” del que comentaba anteriormente, pero en él el narrador no suele ser importante, sino que la estrella es la historia que reseña.

OoOoO

¿Has escrito relatos de este tipo, o nunca has usado el recurso?

Así estoy yo:
¿Diario? X
¿Conversación incompleta? O
¿Epistolar? XO
(Usé cartas, pero no eran el cuerpo del relato)
¿Informe o bitácora? O
¿Reportaje? O

¿Dime, cuál es “tu nota”?
¿Te gusta leer estos formatos? ¿Por qué?[1]


[1] ¡BUAJAJAJA! ¡Preguntar! ¡Mi “evil” estratagema para ver si me comentan!

miércoles, 14 de agosto de 2013

[Chico rata-metal] Llegadas inesperadas, 4/10




¡Recuerden!
Pueden tener su blognovela. Solo si lo quieren.

          
2

¿Desde dónde entraron?, primera parte

Según lo que Ben estuvo gustoso de contar, junto a lo que le sonsaqué a mi madre, cuando salieron de casa se pusieron de acuerdo en usar el elemento sorpresa. Planearon encontrarse a los tipos antes de que llegaran a su destino final, nuestro apartamento.
De una matemáticamente perfecta manera, había solo dos formas de llegar hasta ese piso dentro de nuestro edificio. Mi madre se hizo cargo de una al estar a un lado del ascensor y, a unos metros de ella, Ben vigilaba subrepticiamente las escaleras.
¿Parece un excelente plan, verdad?
Y hasta pensaron que muy posiblemente iban a tener que movilizarse para dar caza a quiénes fueran, usando de su lado que estaban en territorio conocido. Porque, aunque hubieran seguido el rastro de Ben hasta nuestro edificio (nada difícil, gotas de sangre en vez de migajas. Pan comido), era posible que no supieran en dónde se escondía exactamente. Y nuestro departamento está en el último piso de cuatro. Así que, si los tipos malos no subían directamente, iban a empezar a barrer el edificio en su búsqueda. Si era así, mis padres solo debían usar un poco sus súper oídos, mucho de su instinto felino, conocimiento del lugar, habilidades varias y ¡KaBum! Los atacarían por sorpresa.
… O, simplemente, alguien sin importancia había estado jugando con los intercomunicadores del edificio y nosotros éramos una panda de paranoicos. No, claro que no podía ser eso cuando se trata de mi familia. Pero en «Racionalworld» lo habría sido. Algunas veces, aún extraño los tiempos en que mi pensamiento, cuando sucedía algo extraño, era acorde a ese mundo lógico y común de los que no saben. ¡Ah, mis trece años de infancia y ceguera!      
En fin. Que mi padre estaba a un lado de la escalera y mi madre, del ascensor. Los dos en silencio y alertas, escuchando muy atentamente para saber si los tipos estaban barriendo el edificio o sabían directamente a dónde ir.
El ascensor se empezó a mover para bajar desde el tercer piso al primero. Mi madre profirió un leve «shhh», y Ben entendió que se trataba de una seña para que la mirara. Cuando lo hizo, ella dio una cabezada para que reparara en los números del ascensor. Oyeron el leve pitillo debajo de ellos. En la pared, la luz se quedó un instante iluminando de rojo el número «2» pero luego, el ascensor empezó a subir hacia el tercer piso…
Mi padre decidió dejar su posición junto a las muy solitarias y silenciosas escaleras, para ir hacia la entrada metálica del ascensor. Se posicionó del lado contrario que estaba ocupando Selena, con la espalda en la pared al igual que ella. Movieron las cabezas al frente y al lado para mirarse e intercambiar ideas a base de gestos.
Mi madre dice que ella entendió que debía estar atenta a ataques bajos. Ben insiste en que su movimiento de cabeza quería decir que, de seguro, habían salido un instante para oler el piso en busca de su rastro.
Oyeron el leve sonido del ascensor moviéndose. Miraron de nuevo hacia los números. El «4» se iluminó en rojo, el pitillo les hizo tener un subidón del pulso cardiaco. Con un hombro en la pared, estuvieron listos para la acción. Mi madre abrazó su botella a la altura del pecho. Las puertas empezaron a abrirse, según como lo sintieron, irracionalmente lento.
Ella abrió la botella, mi padre alistó su cuchillas y se dieron la vuelta para estar de frente al ascensor. ¡Nadie! Las puertas seguían cerrándose cuando la flecha de la ballesta rasgó el jeans de Ben a la altura de la rodilla.
Al igual que habían hecho mis padres, los tipos se habían recostado de espaldas a las paredes laterales del ascensor, previniendo justo lo que había pasado.
Todos muy paranoicos por aquí, y con justa razón.
Los hombres dispararon tres flechas más, como cubierta para poder salir del ascensor. Una dio al suelo, otras dos a una pared. Todos detonaron una pequeña nube de polvo rosado al clavarse. Como Ben corroboró después, eran unos potentes somníferos mágicos.
Mis padres se habían devuelto a su posición inicial, recostados a la pared, respirando rápido, los ojos muy abiertos.
Cuando los tres hombres estuvieron afuera, pudieron ver sus musculosas espaldas en muy altos cuerpos de contextura fisicoculturística, más unas sobredosis de testosterona y esteroides.
Selena, la mujer de metro sesenta y cincuenta y cinco kilos, fue la primera en atacar. Dio una patada a los riñones del que estaba más cerca. El tipo dio dos pasos, casi cayéndose, antes de devolverse con los puños al frente y gruñendo de rabia. Intentó conectar un golpe, pero mi madre se agachó y dio un par de pasos hacia atrás. Él gruñó unas malas palabras y la siguió por el camino, alejándose de los otros dos.
—¡Maldita…! —pero justo cuando iba a terminar su insulto, su voz se convirtió en gargajos.  
Mi madre había hecho moverse el agua de su botella a un movimiento de su mano. El chorro había salido como si estuviera vivo, como una transparente culebra que se mueve siguiendo los dedos de Selena y, cuando el hombre se había acercado queriendo tomarla del cuello, ella mandó el agua a impactar en la cara del tipo, y luego hizo un movimiento expansivo con la mano. Tomando la forma de algo así como una máscara semicircular alrededor de la boca y la nariz, el agua le estaba ahogando.
Él, en pánico, intentó alcanzar a mi madre con una mano al frente y otra en su cuello. Pero ella se movió elegante y rápidamente hacia atrás, fuera de su alcance, concentrada en mantener su mano ligeramente abierta en la posición deseada para que el agua no cayera.
  
-o-

Mientras tanto, mi padre también había entrado en acción. Al inicio, iba a darle una cuchillada en la nuca al tipo más cerca suyo; pero él lo esquivó, tomó su mano, la apoyó en su hombro por atrás y le hizo soltar el cuchillo al hacerle presión en la palma y darle dolor.
Ben logró soltarse al patearle la pantorrilla y quiso volver a atacarle, pero él lo esquivó cuando mi padre iba a herirle con la cuchilla que le quedaba, luego movió un brazo para intentar golpearle con el codo.
Mi padre apenas lo evitó yéndose a atrás y a un lado, en donde alejó el puño del segundo tipo al interceptarlo con el mango de la cuchilla. Oyó el crujir del hueso quebrado, y la maldición pertinente del recién herido.
En medio de la conmoción, Ben impuso la mano hacia donde estaba la cuchilla tirada y esta voló, como si estuviera fuertemente imantada, hacia esa mano. Con sus dos armas de nuevo en su poder, mi padre levantó la vista y se encontró con la punta de una flecha a centímetros de su nariz. 
—Tira las armas, danos el silbato y no te mataremos —dijo el tipo que le apuntaba con la ballesta y tan rápidamente recuperado del dolor en el puño.
Ben tiró las cuchillas, y levantó las manos… El «4» se apagó y el «3» se prendió con su luz roja mientras hablaba con sonrisa nerviosa.
—Está bien, está bien. Solo quieren al perro de Fu, son profesionales. —las puertas del ascensor, detrás de Ben, se empezaron a abrir. Los hombres se pusieron en guardia. Mi padre no pudo evitar sonreír más—. Pero yo también lo soy.
Apenas con el espacio suficiente para caber en el hueco, Ben saltó hacia atrás y las puertas se cerraron con él dentro del espacio para el ascensor, cayendo de pie sobre éste.
Mi padre se había dado cuenta que necesitaba armas más poderosas y de largo alcance que sus cuchillas.    

miércoles, 7 de agosto de 2013

[Chico rata-metal] Llegadas inesperadas, 3/10





¡RECUERDA!
Su apoyo decide si hago blognovela con este 
mundo y familia.


1

¿Quién llama a la puerta?, parte final

-o-

Mi padre reinició a contar la historia de su más nuevo y desafortunado caso, mientras terminábamos las puntadas y después de hacerme un pequeño resumen:
—Un millonario me contrató para encontrar a una muy valiosa perra que le habían robado… ¿Por dónde iba? ¡Ah sí! Supe que el camión había pasado por la interestatal con rumbo a los muelles…
Segundos después, mi madre revisaba las heridas grandes muy de cerca, mientras Ben hacía mímica con las manos para involucrarme más en su historia. 
—… Era el perro de Fu más grande que había visto nunca. Un muy rugiente, con más de un metro y medio de altura, encadenado a las paredes del contenedor y furioso perro de Fu.
—No me digas que a quien ibas a salvar te hizo esto —casi dio por hecho mi madre, con su tono de «te lo dije» y aludiendo a las heridas.
Mi padre se tomó el comentario con buen humor, como si estuviera contando la historia de una película especialmente emocionante, y no siendo regañado.
—Esperen a que llegue ahí, ¿sí?
Llegó «ahí» después de decir más malas palabras, volver a temblar, sudar, dar gritos ahogados y ponerme los pelos de punta… Selena limpiaba y desinfectaba las heridas que ya no sangraban, en silencio y con rapidez.
PdT había llegado para estar fuera de lugar e insistir que llamáramos a la policía, los paramédicos o que al menos le acompañara en la cocina para «protegerme de toda la escena». Solo al terminar con la desinfección, Selena le puso atención y le despachó amable, cariñosa y dándole medias explicaciones.
¿Por qué siempre tiene que salir con hombres que no saben nada de… Nada? Nos dijimos con las miradas Ben y yo.
Pocos minutos después, ella volvió a sentarse con nosotros, hizo como si no le estuviéramos haciendo gestos de burla a razón del PdT e impuso suavemente sus manos en las heridas de Ben. Los dos nos pusimos serios al instante. Hay algo tan sacro cuando sana místicamente, que es su mejor «Déjenme en paz».
Ella cerró los ojos, susurró un cántico brahmánico y curó las costillas al hacer que el hueso se rellenara y las astillas sobrantes fueran expulsadas. También la carne en las heridas crecieron hasta cerrarse un poco, y el surco con puntos se hizo una cicatriz rojiza. Era como un «cámara rápida» en la sanación humana, pero en vivo y en directo.
Ben cerraba fuerte los ojos, se mordía un labio y abría y cerraba los puños. En palabras de él, la sensación de ser curado así es: «un delicioso hormigueo o picar doloroso y un bienestar… Como cuando te entusiasmas y sientes ganas de brincar, pero te quedas quieto».
Y yo digo que oír esos leves y rápidos gorjeos acuosos de los tejidos regenerándose, da algo de asco.   
Cuando ella terminó la imposición de manos, fue hora de ayudar con las vendas mientras Ben llegaba por fin «ahí»:
—… Huí de los tipos y seguí a la perra. Me concentré en correr entre los árboles, capear ramas bajas, no caerme en ese terreno tan malditamente accidentado y oír los silbidos de flechas e impactos alrededor. Y, de repente, me di cuenta de que había perdido de vista al perro de Fu.
—Una perra de metro y medio de altura —ironicé.
—Entre tanta cosa en lo cuál poner atención, sí, la perdí.
—¿Los perros de Fu no son en verdad leones? —mi madre y sus «pertinentes» preguntas.  
—Créeme, por la manera en que trató a mi felina persona, son caninos. En fin, creí que ya estaba a salvo para convocarla cuando llegué a un puente…
—Sube el brazo —pedí.
Entre mi madre y yo estábamos poniéndole el esparadrapo del hombro a debajo de la axila contraria, rodeando el torso y de nuevo al hombro desde atrás.
—… Un puente de esos pequeños, hecho de ladrillos, de los que gritan «parque». 
El intercomunicador de la vecina de al lado sonó tan de improviso, que nos hizo dar una sacudida… Ya teníamos luz proveniente de la ventana, así que tal vez no era tan temprano.  
—Puente… —pedí que siguiera.
—El cual escalé sin problemas pero, justo cuando puse mi mano en el barandal y brinqué para saltearlo, —el intercomunicador de nuevo, pero no nos tomó por sorpresa—, sentí que venía hacia mí «algo» y apenas pude ablandar el shuriken para que solo me dejara este moratón. —¿Otra vez el intercomunicador? Alguien en verdad quería visitar a la viuda—. Pero ella aprovechó ese momento para correr hacia mí y dejarme este regalo que ustedes están envolviendo.
—¿Quién? —preguntó mi madre, descolocada. Esa sí era pertinente, porque no había ninguna mujer en la historia.
Mi padre le sonrió, socarrón, por haber logrado su interés.
—Una Oni de tres ojos. Al parecer, una tercera en discordia que también quiere al perro de Fu.
—Si es así, ¿por qué te atacó en vez de rastrear a la perra? —pregunté yo.
—¿Y los otros tipos qué? —se interesó Selena.
Pero Ben no pudo contestar a ninguna pregunta. Otra vez el pitido del intercomunicador. Pero eran todos ellos, de cada uno de los apartamentos, insistentemente.
Vi como mis padres intercambiaban ese tipo de miradas: «tenemos problemas» y «no nos precipitemos». El que sí se precipitó fue el PdT, que abrió el portón del edificio, así, simplemente porque el sonido le irritó.
Mis padres no le gritaron nada por su estupidez. Yo estaba petrificado. Quien fuera, ya podía entrar…   
—¿Alguien te siguió? —verbalizó Selena la pregunta en el aire.
—Es probable.
Miraron al unísono y preocupados hacia mí, y sentí ese ser apretado en el pecho que dificulta el respirar. Miedo.
Mi madre se puso en pie, ayudó a Ben a hacerlo y luego fue hacia la cocina, a donde se había devuelto PdT, y estaba su arma. Yo me quedé en el recibidor y vi a mi padre recoger la ensangrentada chaqueta para coger sus dos cuchillas. «Oh no» Iba a protestar, pero no dije nada. Mi padre sacó algo pequeño de un bolsillo, cogió mi mano y me lo dio.
—Si esto resulta ser lo que tememos… Sóplalo o dáselo.
Aunque era una muy extraña orden, yo solo apreté lo que me dio y lo puse en el bolsillo de mi pijama sin verlo. Cuando regresó mi madre, Ben acarició mi cabello y ella me dio un beso en la mejilla apresuradamente.
—Ve con Mark al Círculo —dijo ella.
Ya lo daba por hecho. El Círculo es la habitación donde hace su magia y, supe unas semanas antes de ese episodio, el lugar más seguro contra lo paranormal en varios kilómetros a la redonda.
—Cuídense. —no me asombra que fuera la única palabra que dijera desde que supe del posible peligro. 
Justo después de verlos salir por la puerta, oí la alarma de mi despertador.
Buenos días, familia.