martes, 30 de julio de 2013

[Chico rata-metal] Llegadas inesperadas, 2/10






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¿Quién llama a la puerta?, primera parte


—¡Maldición Ben, deja de hacer eso! —fue la exclamación que me hizo necesitar salir de la cama, bajar las escaleras y saber qué pasaba.
Ben es mi padre y, la voz acuciante, era la de mi madre, Selena. El simple hecho de que estuvieran hablando en el recibidor era inusual. ¡Ni siquiera sabía que Ben estaba en la ciudad!
No somos lo que se dice una familia normal. Por más que Ben y mi madre se ¿quieren? Respetan y buscan el mutuo apoyo cuando necesitan ayuda, nunca han sido algo así como una pareja común.
Creo que su problema es que se conocen demasiado, y justo eso les molesta del otro. Son de esas personas que gustan de hacerse los misteriosos, y más para conmigo. Ni siquiera sé cuál, dejando de lado las abejas y las flores, es la historia de cómo terminé existiendo. Y eso que el tema se hizo más acuciante cuando supe que los dos habían hecho lo posible para tenerme a oscuras en cuanto a quién soy (un chico con habilidades de rata y control del metal) y quiénes son ellos (una bruja-sanadora de muy alto nivel y un cazarecompensas-investigador privado de lo paranormal).
Después de saber que habían pretendido encauzarme a un tipo de vida con base a una omisión que se siente como una vil y gigante mentira, he usado las viejas tácticas de la fría cordialidad y acidez a la menor provocación, para tratar con ellos. ¡Trece años de mentiras! Más bien es un castigo leve.
Pero, dado que mi padre estaba herido y a Selena «la dama de la estrella» se le pueden morir personas, me pareció que era el momento justo para hacer una tregua.
«4:43 a.m» titilaba en el despertador de mi mesita de noche.
Salí de mi habitación, caminé por el pasillo y fui hacia las escaleras del altillo que era mi cuarto. A tres escalones de haber iniciado el descenso, oí un grito ahogado de dolor. Se me hizo un nudo en el estómago, por más que estoy muy acostumbrado a este tipo de visitas nocturnas.
Cada tanto (2,8 en promedio anual), llegan personas a variadas horas de la madrugada, tocan el intercomunicador con insistencia y le ruegan atención médica, que normalmente termina siendo gratuita, a mi madre. Hasta al tener seis años supe que eso no era «normal». Pero aún así, al oír el sonido de la puerta insistentemente tocada, a mi madre levantándose y a su PdT (Pretendiente de Turno) preguntar ¿qué pasa? ¿Quién es él? ¿Eso era sangre? Y ¿no deberíamos llamar a una ambulancia? ¿A la policía?; yo solo me sentí molesto y quise conciliar el sueño perdido. Tenía que levantarme temprano y hacer un entrenamiento de «sensación olfativa» para la primera clase.
Eso pensé hasta saber que era mi padre el que estaba sangrando, aguantando gritar del dolor y el que había logrado que mi madre se exasperara, cuando Selena es la ecuanimidad personificada al estar sanando.
«Esto no es bueno» pensé estúpidamente y, al terminar de bajar las escaleras maldije, sin alguna razón, a la cortina hecha de hilos con abalorios que mi madre había puesto ahí. Sin pensármelo dos veces, fui hacia el recibidor aunque la cocina era la que tenía luz prendida.
Selena es una gata de agua y Ben, un tigre de metal. Tienen visión nocturna… PdT, el simple humano, era el que estaría calmándose en la cocina de tan inesperada visita.
El olor metálico de la sangre y el agrio de las pomadas me «golpearon» con fuerza entre un paso y otro. Eso sí era una «sensación olfativa». Después de todo, como que sí practiqué para la primera clase… «¿Qué está mal contigo?», me recriminé mientras prendía la luz. «¡Tu padre herido, y tú pensando en la escuela!». Bueno, eso no me hacía tan mal hijo, ¿no? Pude estar pensando en The walking dead o algo así.
—Hola campeón —decía Ben, tratando de ponerle humor a su voz, como si no la tuviera entrecortada por estar muy herido y en el suelo de nuestra sala de estar—. Perdón por despertarte.
—¡Bah! Estar sangrando es un vale universal de disculpa. —mi voz también fue inestable, pero él sonrió.
¡Tan machos los dos! Él estaba muy pálido, sudoroso y temblando del dolor; yo, muerto de miedo, pero había que mantener la hombría.
—Cariño, hazme un favor. Ve con Mark [PdT] y asegúrate que no llame a las autoridades —decía mi madre, corriéndose en el suelo estratégicamente. Quería evitar que viera la herida.
—Prefiero quedarme aquí y… —estaba dando un rodeo de pocos pasos a la izquierda, para ver la herida. Y no pude seguir hablando al contemplarla. Tal vez hubiera sido mejor hacerle caso a Selena.
El frío, miedo y debilidad que tuve al ver esa herida es algo que casi nunca he sentido en mi vida. Gracias al cielo. Lo que vi fue espantoso: cuatro grandes garras habían desgarrado el costado y pecho de Ben, dejando ensangrentados y profundos surcos en su piel y, de dos de ellos, se podía ver las costillas algo astilladas.
Me había quedado en mi sitio, viendo las heridas en el pecho que subía y bajaba con rapidez por la respiración, y siendo tratadas por las manos de Selena. Ella tenía dos paños (que una vez fueron de la cocina) fuertemente agarrados en sus puños. Ambos, manos y paños, estaban ensangrentados y embarrados de una pomada. Era la verde de grumos rojos. Esa servía para terminar hemorragias… Cuando vi hacia mi madre y me di cuenta que movía los labios con su mirada puesta en mí, fue que volví a entender lo que oía.
—… ¿Me escuchas?
Yo moví la cabeza de un lado a otro, a ver si se me aclaraba la mente. Dio resultado. 
—No, ¿qué decías? —Y me senté al lado de ella, frente a Ben y su monstruosa herida.
—Que necesito que mantengas firme la aguja.
—¿Eh? —fue mi muy inteligente contestación.
Mi madre dio un pequeño bufido.
—Ben, los paños.
Él los tomó de sus manos para ponerlos arriba de dos surcos. Mi padre sorbió saliva del dolor y dijo varias malas palabras en una pintoresca seguidilla. Selena, por una vez, no lo regañó por decirlas frente al «niño». En serio que estar sangrando exculpa de todo…
—Mira atentamente —me decía ella.  
Yo asentí, aliviado de poder servir de algo.
Mi madre cogió algo de su regazo y me lo enseñó. Era esa aguja, parecida a un garfio, que usaba para dar puntos. Ella la movió frente a mis ojos y luego la acercó a la herida de garra menos profunda. Selena acercó la aguja a la piel, y ésta se dobló al contacto con la carne, en vez de incrustarse.
Ella me lo explicó: la habilidad de control del metal que tiene Ben actuaba como «mecanismo de defensa». Evitaba la incrustación de la aguja para que su cuerpo no fuera dañado.
Estúpido instinto de supervivencia mágico.
—¿Por qué no lo duermes? —mejor eso a dejarle la responsabilidad de las puntadas a un chico con unos de dos meses de entrenamiento en sus habilidades.
Mi padre negó y Selena puso los ojos en blanco por eso.
—No le gusta.
—Tengo algo en contra de perder el conocimiento cuando estoy herido. —su sonrisa fue muy tensa.
Yo pensé que cualquiera tendría algo en contra del dolor que debía estar sintiendo, pero sabía que si mi madre no había podido razonar con él, menos podría hacerlo yo.
—Al menos algo para el dolor, entonces.
—Ya se lo di —«obviamente» decía el tono de Selena.
—Aunque me vendría bien un poco más —terció él.
Mi madre cogió una botellita que estaba puesta en el sillón al que estaba recostado Ben, lugar en donde tenía muchas cosas más de su «kit mágico de primeros auxilios». La sustancia era azulada, límpida y estaba en una botella de perfume reutilizada. Roció de esa sustancia en las heridas, y luego la esparció uniformemente con unas tuallitas. Ben daba gritos ahogados y profirió un par más de malas palabras, mientras yo le tomaba con fuerza una de sus muñecas. Inútil, pero fue un impulso que agradeció.
Segundos después:  
—Oh, mucho mejor —decía Ben, relajando todo su cuerpo y apoyando la cabeza en el sillón. Había dejado de templar y parecía muy adormilado… y drogado.
Solté su muñeca. Estaba casi tan aliviado como él.
Selena me miró con seguridad, puso su mano en mi cuello y asintió. Sin alguna palabra de consuelo, ella logró que me sintiera calmado y capacitado. «Sermones silenciosos», la especialidad de la casa.
—¿Listo?
—¡Listo! —O algo así.
Cogió otra vez la aguja y yo vi hacia el «garfio». Me concentré en él y su forma. Cuando sentí que lo estaba controlando, le dije a mi madre que iniciara con los puntos.
No sé cómo lo logré, pero esa aguja no se dobló de nuevo.

sábado, 27 de julio de 2013

Reseña 6: RASGUÑOS EN LA PUERTA Melisa Ramonda



Aunque este blog es de historias cortas, no puedo dejar de reseñar “Rasguños en la puerta, por más que sea difícil de hacer porque la conozco desde que Melisa iniciaba su creación allá hace varios meses.
Alguna vez comenté por twitter, que de seguro tengo una gota de sangre de musa en mí, porque me emociono mucho cuando las personas que conozco y quiero crean historias. Rasguños en la puerta es de esas que he mirado crecer bajo las cuidadosas manos de su escritora tal tía orgullosa y que, después de «madurar» sin que la mirara, ha vuelto a estar frente a mis ojos.  

«Después de un accidente en el que pierde a su marido y a su bebé por nacer, la joven periodista Johanna Miller se retira a un sitio apartado en los Apalaches, buscando la paz que le falta a su mente. Una noche fría en su solitario aislamiento, Johanna oye unos extraños rasguños en la puerta de su casa. Es un pequeño niño-lobo, sucio y helado de frío, quien con sus lágrimas la convence de ir al bosque, a buscar a su padre malherido y su hermanita bebé.
Aún en su estupefacción, ella toma una importantísima decisión: ayudar.
Nikolai, una vez el hijo de un famoso millonario ruso, tiene pocas alternativas. En lugar de terminar con su vida y la de su familia, Johanna decidió darles asilo y comida. Pero, ¿Puede confiar en ella? Sus hijos necesitan refugio, cuidados. Él necesita un lugar dónde esconderse y curar sus heridas. Es un hombre-lobo, y toda su casta, aunque es pequeña y muy joven, se encuentra en riesgo. 
Sus enemigos no son ordinarios. Tampoco se detendrán hasta destruir todo lo relacionado con él. 
Una historia donde los lazos del compromiso, la amistad y la familia se mezclan en un mundo nuevo, oculto a los ojos de la gente ordinaria. El mundo al que Johanna Miller ha tenido el honor de entrar.»

 
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Libro: Rasguños en la puerta.
Género: ¿Ciencia ficción, Fantasía urbana? Acción, romántica.
Extensión: 740 pag (PDF) -o- 246mil palabras.
Editorial: “Dark Unicorn ediciones” (Autopublicado).
Derechos protegidos por: safecreative.org/work

«Esto es un humilde tributo a todas las novelas de hombres-lobo que no eran precisamente lo que quería leer cuando buscaba algo del género.
Sepan disculpar.»

Como lectora, Melisa quiere encontrar lo que «no es más de lo mismo», no sigue una receta, que sea la primera vez que lo ve y la emocione. Y como no encontró eso en una historia con sus adorados hombres-lobo, se la escribió.
Una de las cosas que más llama la atención de RELP es su construcción de hombres-lobo. Su figura queda fuera del mito y es humanizado, aterrizado en este mundo.
 

   
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Si en verdad existieran los hombres-lobo, ¿cómo serían? Muy posiblemente como los de RELP. Personas en que el instinto lupino y humano se mezclaron y que, como los mismos seres humanos, no pueden explicar del todo su existencia. Personas que no se organizan socialmente de la manera humana (hombres cazar, mujeres recolectar. La familia debe sobrevivir) sino lupina (alfa cuidar-mandar, beta lealtad… la manada debe sobrevivir).
Personas emocionales y vulnerables que cometen errores, temen y necesitan sentirse seguros. Y para Nikolai y sus dos hijos hombres-lobo, que están sufriendo una gran tragedia, Johanna (la humana) es esa persona que necesitaban, por más que estén rodeados de hombres lobo que darían la vida por ellos. 

En cuanto a la trama, pasa en pocos días y sitios en que varios acontecimientos, personajes y acción se reúnen uno detrás del otro, con buen ritmo y acción. Siempre hay algo nuevo y casi nunca se ve venir.
Los aliados son personajes que están bien perfilados. Cada uno tiene maneras de actuar muy personales y distintivas. Pero como la narradora casi no tuvo relación con ellos (A excepción tal vez de Rex y Nika), se siente que casi no se conocieron y enseñó lo que ellos vivieron.  
Los enemigos son originales y aunque se “ven” más bien poco su presencia, carisma, astucia y sadismo son muy patentes. La incertidumbre de “por donde vendrá el ataque” se siente siempre rondando después de conocerlos lo suficiente.
Melisa logra emocionar e impactar con lo que escribe. Sabe cómo contar una historia de acción, el ritmo que tiene, los momentos álgidos que se sienten, el dejar con el misterio para iniciar un nuevo capítulo… Sin olvidarse de que una bebé debe ser cambiada de pañales.       
El telón de fondo es la cotidianidad y las relaciones íntimas a flor de piel, más que todo la tan profunda que desarrolla Johanna con Mirko y Sasha (los niños) y con Nikolai, y la de  él con su círculo (“Manada”), una relación tirante por detrás de ese ser fieles a los roles instintivos que toman en ella.
Baste decir que Nikolai en serio debe agradecer que estén ahí.
Y en pocos días, Johanna conoce a los hombres-lobo, que personas que creía conocer tenían su lado “peludo”, siente terror de morir y la fuerza de luchar contra esa sensación, pierde demasiado y se reencuentra a ella misma de cierta manera… Por más que no entiende cómo no enloqueció con todo lo que nos cuenta.
Porque Johanna es la que cuenta la historia en primera persona. Con lo cual tengo un problema. No con ella como personaje, sino con que se necesita que haya presenciado o sepa algo para poder contar la historia. Eso hizo que en ciertos momentos sus acciones me parecieran algo forzadas, o sus explicaciones al respecto no me convencieran del todo. Otras veces, sentí que sus sentimientos y emociones iban en una línea diferente a la escena que estaba contando… Me gusta saber y haber presenciado y sentido con ella, pero parece que con otro tipo de narrador la historia pudo haber sido más fluidamente contada.
O tal vez solo quería MÁS Y MÁS, de lo que el narrador protagonista podía darme. “Necesidad” parcialmente saciada por su Anexo y la Cuarta parte que, para mí, es como una micronovela que cierra del todo el “telón de fondo” en la historia… Y me hace dibujar corazones en las esquinas.
¡Hasta Luego, Johanna, Nikolai, Mirko y familia, nos veremos en HELA!

Y mientras, ustedes pueden ir a conocer a los “verdaderos” hombres-lobos, dolerse con su tragedia, conocer a su círculo, temer y odiar a los enemigos, sorprenderse con cada acometida y rezar para que sobrevivan. Tan emocionante como las mejores historias de hombres lobo, y muy diferente a la vez.   

miércoles, 24 de julio de 2013

[Chico rata-metal] Llegadas inesperadas, 1/10




Prólogo

¿Por qué no fui a clases?

Unas 20 horas antes…

Nunca creí que estuviera alguna vez en esa situación en que sería yo el alumno que se entristece por no tener una clase… ¡Y aún más! Una clase que había hecho refunfuñar, incluyéndome, a todos por dos semanas.
No era para menos. El profesor de Información varia había cometido el sacrilegio de decidir que una noche de domingo (¿¡Un fin de semana!? ¿¡El intocable fin de semana!?), íbamos a tener una clase: pasar toda la noche en el bosque cercano a la escuela, sin poder llevar nada para la ocasión, y con el fin de hacer un campamento improvisado a lo McGyver.
Según él, para «aprender maneras ingeniosas de supervivencia».
—¡A que no les parece divertido!
Sí, no nos parecía divertido.
¿Tenía que ser de noche en el bosque, en medio invierno, sin poder llevar nada más que la ropa puesta… ¡Un domingo!? Pero lo único que conseguimos con nuestro coro de quejas, fue que el profesor perdiera el buen humor y decidiera darle un valor doble en la nota. Y yo no era de los pocos que se podían dar el lujo de perder ese porcentaje. Por lo que, pasadas las ocho de la noche en un domingo, estaba dejando atrás el improvisado campamento y corría debajo de una muy fuerte lluvia que me empapó, como a Jun, Lucas y otros más, para resguardarnos en un pasillo abierto al patio de la escuela y, más allá, el campamento junto al oscuro, denso y lleno de seres que jamás debían salir en la National Geografic, bosque.
El profesor nos había pedido esperar mientras él iba a por algo. Nosotros lo hicimos tiritando, rodeando a los chicos fuego para que nos calentara con sus nimias llamas, o a los agua para que nos quitara algo del líquido de las ropas.
Nuestras esperanzas de una noche mejor se disiparon cuando el profesor regresó.
—¡Tendremos que usar estas bolsas de basura para cubrirnos y llegar a…! —gritaba. La lluvia era tan fuerte, que su sonido invadía todo el lugar y no oímos nuestras propias quejas. Por suerte, no tuvimos que hacerle razonar. Él mismo, enfurruñado, se dio cuenta de que—: ¡Oh, está bien, está bien! La clase se cancela. Vamos a los vestidores para que se sequen, y luego se pueden ir. 
Todos sonrieron y hablaron entre sí, aliviados, pero yo bajé la cabeza, diciendo un «no» lastimero para mis adentros. Jun, tal vez por ser tan bajita y estar a mi lado, lo oyó.
—No puede ser tan malo —me dijo.
¡Oh, pobre inocencia!
—No. Claro que lo es. Ella ha estado planeándolo por una semana y no creo que lo vayan a cancelar solo porque yo aparezca. Aunque no lo vea, oiga o lo que sea, sabré que estará pasando. ¡El horror!
Jun movió la cabeza a un lado y me dio una caricia en el antebrazo, luego Lucas casi me hace caer al darme una palmada con su manaza del luchador de sumo latino que parecía ser.
—¡Somos libres! Un poco de video juegos en mi cama caliente, qué grandes planes —decía.
—Evitar ser traumatizado para toda la vida. ¡Qué grandes planes! —ironicé yo.
Ya todos estábamos caminando hacia el gimnasio y, de ahí, a los vestidores. Alguien debió haberle dicho al profesor que prendiera las luces. Los pasillos eran más sombras que luz proveniente de las ventanas. 
… Lucas se burlaba de mi autocompasión.
—Tu mamá tiene planes románticos para la noche, ¡no es para tanto! Solo compáralo con lo de hace unas semanas y verás que si sobreviviste a eso, pues podrás a la vida sexual de tus padres.
Esas últimas palabras me hicieron tener un escalofrío.
—¡Una cosa no tiene que ver con la otra! —espeté, harto de que sacara ese tema a cada momento.
Para él, yo era un héroe épico por lo de hacía unas semanas; para mí, solo era (y soy) un dechado de mala suerte familiar.
Preferí dejar de lado el tema, para no llamar a los malos pero, dentro de todo, soportables recuerdos. En mi vida, no sería la primera ni la última vez que pasaría por situaciones parecidas a… Lo de hacía unas semanas. Sin saberlo aún, en las próximas horas iba a añadir unas pocas más a la colección de «vivencias que es preferible no recordar pero que, definitivamente, deben ser contadas».
—… Son dos tipos diferentes de traumas —decía yo, ignorante de lo que me preparaba el destino, y divertido en ese presente—, y no me hagas explicártelo usando ejemplos gráficos y poniendo a tus padres como los protagonistas de ellos. Que mira que tienen cuatro hijos, a que deben tener muchas posiciones y… 
Para callarme, Lucas me dio un manotazo menos amistoso, imitando un sonido de vómito a la vez. Jun se reía silenciosa, sonrojada y con la mirada baja; yo, malsana y abiertamente.
Hablando del frío que hacía, y de las posibles maneras en que se calentarían los papas de Lucas; las chicas y los chicos entramos por diferentes puertas hacia nuestros vestidores. Ahí dejé de torturar al pobre Lucas, y comenté que el profesor no había dicho que teníamos los puntos por haber ido. Ya afuera, no fue difícil que nos lo diera.
Media hora después, otra vez seco pero con frío, estaba frente al edificio de apartamentos en donde está mi hogar, despidiéndome de Jun, que me miraba por arriba de la ventanilla del automóvil de su familia que habíamos compartido.
—Buenas noches.
—Y dices que no eres sarcástica.
Ella bajó la mirada y se sonrojó. Por todo se sonroja y baja la mirada, por lo que casi nunca sabría decir cuáles son realmente sus reacciones cuando lo hace. En fin, que nos despedimos con movimientos de manos, el chofer arrancó y yo subí los peldaños del edificio. Me di cuenta que no tenía las llaves apenas con palmear los bolsillos, por lo que llamé con el teléfono celular a la casa.
Para mi tortura hubo risas, una femenina y otra masculina, y una conversación que no entendí del todo antes de que ella me contestara.
Aló.
—Soy yo, —obvio, pero fue lo que dije—, estoy aquí abajo. Me dejé las llaves. Al final no hubo clases.
Después de una pequeña conversación, me abrió el portón y yo entré, tomándome mi tiempo en subir para que se pusieran «presentables». Estuve preparado para lo que sabía que iba a pasar, y nunca para lo que no sabía que iba a pasar.

-o-

Unas 20 horas después…

Estaba sentado en la escalera de incendios, dándome un descanso de recoger desperdicios y viendo como Jun inspeccionaba una mancha en el suelo del callejón en vez de seguir subiendo los escalones.
—Sí, es sangre... —corroboré su silenciosa pregunta.
Jun solo subió la cabeza para mirarme, con una de sus expresiones escalofriantemente neutrales que no son ni lo uno ni lo otro. Esa decía «me siento temerosa y preocupada».
—Era uno de los malos.
Jun se calmó, empezó a subir de nuevo y, sentándose dos escalones por debajo que yo, me tendió las hojas. Eran fotocopias de los apuntes del día.
—¡Gracias, Jun! —le sonreí—. Tienes alma de súper heroína.
Bajó la cabeza y se sonrojó, claro, pero luego dio una cabezada hacia la pared del edificio.   
—Hechizos… —era algo entre pregunta y afirmación.
—Sí, los expulsores de posibles curiosos. ¿Te afectan?
Ella encogió un hombro y luego negó. Yo me puse en pie, doblé las hojas y las puse en el bolsillo.
—¡Bien! Porque quiero que veas algo, —dando por hecho que iría tras de mí, me volví y subí los escalones hacia el hueco de la ventana del apartamento—, es lo único positivo de lo que ha pasado.
Pasé una pierna y luego la otra, con mucho cuidado, y me volví a ella.
—Mira bien lo que haces, aquí en los bordes aún hay vidrios de la ventana quebrada. —Jun entró totalmente ilesa y, mientras caminábamos por la sala, vi que se quedaba mirando a otras manchas de sangre—. Son de Ben… —le expliqué y, ante sus ojos muy abiertos, añadí—: Se ve peor de lo que es. Con todo y estar herido y haber sido hechizado, ahora mismo está arreglando el ascensor.
—¿Por qué?    
—Porque él lo arruinó. Lo hizo para defenderse de los malos, pero eso no excluye de ser vandalismo.
Aunque debía tener muchas preguntas, Jun tomó silencio mientras salíamos del recibidor, pasábamos por la escalera y dábamos vuelta a un lado. Yo bromeo diciéndole que tiene muy pocas palabras utilizables al día y por eso solo dice las mejores y pertinentes.
—¿Y Selena?
—Con PdT, convirtiéndolo en un ex PdT después de ponerlo en trance y hacerle creer que lo que vivió aquí solo fue una pesadilla. ¡Suertudo bastardo!
—¿Tan malo fue? —su voz fue un susurro, pero la oí.
—Nah, luego te cuento. Ahora me digo que pudo ser peor. —Y no trataba de hacerme el macho, lo decía en serio—. Claro, en el momento y para esa parte de uno que recuerda la propia mortalidad y la de los demás, fue terrible.
Sentí su manita en el antebrazo por un instante, hasta que paré frente a la puerta del Círculo y cogí su pomo. Me volví hacia ella, sonreí de ver cómo le contagié mi entusiasmo, o eso creo porque bajó la cara y se sonrojó mirando hacia la puerta.
—¿Lista para ver algo muy impresionante? —ella asintió y yo abrí la puerta de golpe. 

Y en medio de esas 20 horas…