La tierra en el aire.
Extractos de la bitácora de
Aldieb tercera y las hojas naranjas "La que solo teme a la
tristeza". Sobre el primer resurgimiento de una tierra aerea.
Los tenía en donde quería.
Esperanzada de que no notarían nuestra llegada, me agaché detrás del arbusto
lentamente y miré sus movimientos por entre hojas y ramas. ¡No podía creer que
estuvieran ahí, por fin! Sonreí como maniaca por un par de segundos, hasta que
Kahe partió una estruendosa ramita al acercarse. «¡Que te calles!» le
gritaron mis ojos muy abiertos y mi boca apretada cuando me giré a verle. Él
asintió varias veces. Desde ese momento casi que ni respiró y, por supuesto, ni
una vez miró de nuevo hacia donde estaba el Gaelkn... "No temen
lo que deben temer, por temer a lo que creen". A veces me parece que
el mejor guía es el que teme a todo, y no he tenido mejor guía que Kahe en
mucho tiempo.
Apreté la máquina
fotográfica entre las manos, me giré lentamente
y estiré un poco para atisbarles por encima del arbusto. Sonreí de
nuevo, y no sé cómo pude controlarme de no ponerme a gritar, bailar y dar
saltos de la alegría. Poco me importaba la terrible humedad del aire que se
convertía en líquido-sudor impregnando toda mi piel. Menos me interesaba el
almuerzo por el que habíamos dejado de caminar, ni el dolor de mi tobillo
lastimado. Todo había desaparecido para mí porque, más allá de un riachuelo
azul y rodeado de una leve bruma azulada, se encontraba mi objetivo: el Gaelkn,
o tigre brumoso blanco. Y no solo uno, era una hembra que, perezosamente
echada, se dejaba lamer por su cachorro... ¡Algo que solo yo he visto en
cientos de años!
Puse la máquina frente a
mis ojos, giré el luzómetro mientras metía y sacaba lentes para encontrar la
distancia y claridad perfecta para tomar la imagen. Estaba a punto de lograrlo,
solo necesita girar la máquina unos doce grados hacia arriba para enfocar mejor
al cachorro y... ¡Un graznido! Los tigres desaparecieron en un abrir y cerrar
de ojos. El blanco de su pelaje se difuminó en la bruma, las rayas negras se convirtieron
en sombras y los ojos azules solo fueron gotas de agua cayendo al suelo. Fue
tan rápida la desaparición que ni lo puedo explicar, tan rápida que no fue
capturada por la máquina fotográfica aunque intenté tomar la imagen a la
desesperada.
Me puse en pie en un
exabrupto y miré hacia el lugar de donde había venido el inoportuno sonido,
deseando que ninguno de mis halcones hubiera sido tan estúpido de dejar su
cacería para estropearme el momento. Pronto, di con el culpable de todo, un
halcón mensajero apostado en una rama. Al menos no era uno de los míos, pero
por eso mismo no podía regañarlo por su estupidez. Y en verdad que tuve ganas
de hacerlo, más cuando el muy descarado movió sus alas y picoteó una de las
frutas como si no hubiera arruinado nada con su presencia. Tuve que controlarme
para no gritar y, al mirarle con odio y fijamente por varios segundos, pude ver
el emblema familiar en su collar con facilidad. ¿El único de los Ee que
es asiduo a enviarme noticias? Eetoui.
No pude más, me dio un
arranque de rabia.
¡No tenía tiempo para sus
tonterías...! ¿¡Dos ciclos lunares internada en la selva fantasma justo en
temporada de brumas, para que un mensaje de Eetoui me estropeara el momento!?
Dando patadas al suelo, maldije un par de veces al indiferente ave y a su dueño
un poco más. A juzgar por los varios pasos que Kahe dio para alejarse de mí,
tal vez fueron más gritos de lo necesario. Pero después de ellos, me sentí...
Menos frustrada.
Cuando terminé mi
berrinche, me senté en el suelo y respiré hondo. "Un fallo es un paso
más hacia la victoria", me susurré. Cerré los ojos, y lo dije
un par de veces más mientras me concentraba y ordenaba mis ideas. Al
menos ya sabía de un lugar en donde solía estar el tigre brumoso blanco y, dado
que era una madre con su cachorro, no iba a moverse mucho de esos parajes.
Además, teníamos un par de árboles frutales cerca y un árbol de hojas sombrilla
gigantes bajo el cual podíamos hacer un refugio con facilidad... El halcón me
picoteó la pierna y yo tuve que abrir los ojos.
Después de alejarlo con
malas maneras, intenté pensar otra vez en positivo. Si el mensaje que traía era
tan importante como para que pudiera picotearme, tal vez el que ahuyentara al
tigre no fue una total pérdida de tiempo.
Pero aún estaba muy enojada
como para importarme un comino los pensamientos positivos... ¡Dos ciclos en la
selva profunda, dos lunas llenas de hambre, cansancio, peligro, pesadez, dolor,
suciedad y espera para que el estúpido halcón de Kahe viniera y...! Me quité la
correa de la máquina fotográfica del cuello y el chaleco de bolsillos lleno de
objetos pequeños. La ligereza que sentí cuando ya no tuve ese peso encima fue
magnífico, como el que Kahe me tendiera una de mis frutas favoritas para que la
comiera.
Después de darle una
mordida a esa suculenta y jugosa explosión de dulzura, no pude dejar de comer
hasta que le pedí a Kahe una segunda y tercera ración. No sabía que tenía
hambre. Tal vez sea cierto lo que dicen, que me pongo insoportable con el
estómago vacío.
Para cuando le pedí al
halcón que se acercara, ya empezaba a estar agradecida y extasiada con haber
encontrado ¡por fin! El sitio de crianza de un Gaelkn. No tenía que
caminar más, solo hacer guardia y esperar. Aunque no me guste mucho lo pasivo,
después de esos dos ciclos lunares de camino, necesitaba descanso... Además,
prevenir ataques de los indígenas siempre le da una nota de acción a la simple
tarea de sentarse y esperar.
El halcón volvió a
picotearme, esta vez el antebrazo, por lo que
le quité la carta y fotoseguidilla de imágenes que tenía atada a su pata. Voló
al instante de haber perdido ese peso. Sin esperar alguna contestación de mi
parte, desapareció por entre la nube brumosa en la que se perdían las copas de
los altos árboles y se filtraba la luz del cielo que estaba más allá de ella.
[...]
―Veamos si tenemos más
buenas noticias ―comenté a la nada, mientras Kahe terminaba de hacer hacer el
campamento bajo la hoja sombrilla gigante que escogimos.
La letra de la carta estaba
hecha apresuradamente y transferida con ayuda de papel carbón. Eran trazos poco
agraciados, hechos con la brevedad del que ya ha escrito varias veces la
historia, tiene dolor en la muñeca y decide acortar el mensaje.
Hola.
Estoy en el valle Unicornio
de la Nación Eqbu.
En el 4-5-1508 Era estable,
hubo un fuerte terremoto porque se ha levantado en el aire mucha extensión de
territorio. También hay disturbios de la gravedad.
Les envío copia de mi f.s
del suceso. Enviaré informes públicos a la G.B.
¡Abrazos y descubrimientos!
Eetoui, el que ve lo
extraordinario de lo común.
No tengo que decir lo
sorpresivo que me ha parecido la noticia. ¡Pero si Eetoui solo quería saber de
ropa! Había ido al valle Unicornio con el fin de trabajar en la casa de tejido
para el templo autóctono... ¿Y se encontró con un suceso que merecía una
mensajería masiva e informes de seguimiento para la Gran Biblioteca?
"Siempre hay algo,
solo mira para encontrar tu suceso". Pero parece injusto que mi
suceso haya tenido que ser buscado por más de dos ciclos lunares en medio de la
jungla, mientras que el de Eetoui solo... Pasara cuando él estaba ahí.
Pero ese tipo de
pensamientos no los tuve hasta después. En ese momento su misiva me pareció tan
extraña como interesante, y fui en seguida a por la fotoseguidilla que
adjuntaba. Busqué mi máquina fotográfica, puse el rollo en ella, tapé su foco,
giré el iluminador y acerqué la cabeza para mirar dentro. La primera imagen
solo era tierra y raíces, como si hubieran arrancado una planta de tajo. Moví
la manivela y sonreí como la primera vez que vi funcionar este precioso milagro
del ingenio. El rollo se desenrolló y empezó a pasar rápidamente por la parte
iluminada, y ese movimiento da la ilusión de haber estado ahí, visto lo que la
máquina "vio". La imagen empezó a alejarse para abarcar, subir y
bajar. Me moví de un lado al otro, intentando estar acorde con lo que veía.
Solo eran raíces a las cuales se les desprendía tierra, como si fuera una nube
marrón con rayos ramificados de diferentes colores, bulbos y tamaños desde
donde llovía lodo y arenisca...
La tierra cayó en la lente
varias veces y, cada tanto, la mano de Eetoui la limpiaba con un pañuelo que
debía llevar una poción o químico especial, porque siempre quedaba totalmente
limpia solo en una pasada.
Una de esas veces la mano
se detuvo y se alejó de la lente para que se viera mejor el pañuelo. Lo dejó
caer... O, mejor dicho, quedarse suspendidos en el aire, moviéndose con
ligereza, como si hubiera una brisa lenta que le atravesara desde varias
direcciones. Luego empezó a subir lentamente, hasta que una "gota"
especialmente grande de lodo la hizo caer. Seguimos el movimiento hasta que la
tela cayó con fuerza en un charco de agua lodosa; con tanta, que salpicó como
si hubiera sido una piedra de considerable tamaño en vez de un pañuelo...
Dejé de mover la manivela y
alejé la cabeza de mi máquina fotográfica. Sentía tanta emoción que no pude
seguir viendo la fotoseguidilla. Solo podía pensar "perturbación de la gravedad" sintiendo
la maravilla, terror y curiosidad que algo como esa simple idea me producía.
―¡Ayuda por aquí! ―chilló Kahe. Estaba intentando colgar la barrera
protectora alrededor de la hoja bajo la cual estaba haciendo nuestro
campamento...
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