sábado, 29 de junio de 2013

Al caer Constantinopla, 4/4




Al caer Constantinopla, parte final

Atenea nunca recordaría el momento en que se durmió, pero sí que sintió sueño y debilidad mientras terminaba el hechizo. Lo que siempre recordaría, fue que cuando despertó alguien le tomaba la mano. Se sentó tan rápido que tuvo un mareo y eso la asustó. Inconscientemente, tomó con más fuerza la mano que estaba en la suya, y cuando vio de quién era, no pudo dejar de pensar “Está bien, vivo. ¡Dioses, con tan poca energía, su tatuaje no debió…! No tiene ni cicatrices, ¡Por Asclepio! Está vivo…
—Está bien. Solo te sientes un poco débil… —y luego, tal vez dándose cuenta de que Atenea no le oía, sonrió con ternura y simplemente la abrazó.
Ella le abrazó de vuelta, sintiendo como su cuerpo se destensaba, su pecho se aflojaba y el dolor, incertidumbre y miedo eran sustituidos por un calor confortable. Con el rostro enterrado en su hombro, oliendo su aroma y sintiendo su cuerpo abrazado al de ella, dejó ir una pequeña carcajada.
—Estás loco.
—Y no sabes cuánto.
El humor en la voz de Prometeo la hizo sonreír. Y por una vez en esos días, sus ojos se humedecieron de felicidad.
… Tal vez sí había logrado perder un poco la cordura después de todo, porque no le importó el panteón y nada más por varios minutos que estuvo en ese abrazo. Aún cuando parte de su mente sabía que, algún lugar afuera de su tienda (confusamente, se había dado cuenta que era ahí donde estaba, iluminada por la luz del día), su padre y Ares habían estado esperando por lo menos una noche por ella; Atenea no sintió que nada fuera más importante que seguir siendo abrazada.
 
-o-

—Libros… —tuvo que decir Atenea.
Fue casi una pregunta, como si creyera que debía estar errada por más que los mencionados libros estuvieran primorosamente apilados a la par de la tela que fungía como cama.
Prometeo le asintió, muy tranquila y severamente.
Atenea se llevó dos dedos por encima de su ceja un instante y hasta dio un par de pasos de un lado al otro, antes de encararle:
—¿Te fuiste a buscar nuestros libros de leyendas, obras de teatro, poemas, filosofía e historia cuando estábamos siendo atacados?
Prometeo tuvo el descaro de mirarla con indignación.
—Creo que tú, la diosa de la sabiduría, sabría apreciar lo tan importante que es para nosotros que nuestro conocimiento perdure…
—¡No cuando hay gente muriendo! —Atenea abrió un poco la boca, y tomó aire para seguir discutiendo, pero prefirió cerrarla y hacerle un ademán condescendiente con la mano antes de controlar su tono y decidir cerrar el tema—: Estoy muy feliz de que estés vivo y espero que puedas salir afuera a ayudarnos, se te necesita. Me voy, mi padre me espera para idear el plan de acción.
Mientras Atenea movía con la mano la tela de la tienda para salir, oyó la voz tranquila de Prometeo que se acercaba.
—Hemos sobrevivido a la peor, y estos libros nos ayudaran en el renacimiento. Estoy seguro de ello.
—Y cuando llegue ese momento, —aunque pensó “Si llega ese momento” no lo dijo, porque quería tener fe en la locura de Prometeo—, te lo agradeceré. Pero por ahora, necesitamos ayuda más práctica…
Los dos salieron al campamento, donde las conversaciones seguían bajas y el llanto, la tristeza, las heridas se arremolinaban por debajo de rostros pálidos y ropas sucias.
Pero también estaba Démeter y sus ninfas dando de comer frutas y agua. Cerca de los árboles, Asclepio revisaba a un licántropo que ya no tenía la herida de un costado abierta. Hefesto, siempre junto a Afrodita y frente a la cueva, estaba cincelando algún hechizo alrededor de la entrada con sus manos. Y hasta, más allá en el bosque, Atenea pudo oír el rumor de canto y risas… Solo Dionisios haría algo tan fuera de lugar como eso, pero ella se lo agradeció.
Atenea no sabría si era ella, o en verdad el lugar parecía más… Vivo. A la luz del tercer día después de la caída de Constantinopla, sintió el calor del sol y la frescura de la brisa. Hacía mucho que no sentía eso. Debería haberle hecho preocupar, pues era uno de tantos síntomas de la pérdida de la divinidad y el acercamiento a ser prácticamente un humano, pero no fue así. Se sintió bien, abrigada por el mundo.   
 —Es como si una bruma oscura se hubiera disipado. —comentó a Prometeo, aliviada y sorprendida, mientras iban hacia la cueva. Hestia sabría qué debían hacer para ayudar.
—La llegada de Delfos y Hermes subieron mucho la moral.
Atenea le miró, sorprendida, y dejó de caminar… A la par de ellos, una niña intentaba tranquilizar el berreo de un bebé. Aún así, Prometeo pudo oír la pregunta de la diosa de la sabiduría.
—¿Delfos? ¿Cuándo llegó?
Él pareció ligeramente confundido por su pregunta.
—A la vez que nosotros. Una chica valiente, su nombre humano era Dánae.
Atenea sabía que el oráculo de Delfos anterior se llamaba Leopoldo.
—Tenemos una nueva Delfos… —y Atenea inició de nuevo su camino.
Recordó, vagamente, que a la par de Prometeo había una mujer. Si Hermes los había traído a la vez, ella debía ser la nueva Delfos. ¿Sería posible que Hermes hubiera huido para encontrar al siguiente sucesor del oráculo, si el anterior Delfos sabía que iba a traspasar su habilidad al ser asesinado y le hubiera dado esa misión…?
—Cosa de Hermes, imagino —comentó, decidiendo que la respuesta a su pregunta era afirmativa.
—Los de nuestra clase solemos ser cobardes, pero de utilidad —comentó con ligereza Prometeo.
Atenea agradecía que aún no le molestara mucho su buen ánimo al hablar, y no le comentó algo al respecto. Pensaba que los Delfos solían durar de dos a cinco años para acostumbrarse a su nueva condición, y ser lo suficientemente coherentes para empezar a hacer profecías.
Dos a cinco años, sintió genuina esperanza por primera vez en semanas. Fue tan natural pensar en que debía esperar dos a cinco años. Sonrió, al darse cuenta que ya no dudaba que iban a sobrevivir por lo menos ese tiempo.
Pero debían hacer mucho para lograrlo. No solo pensar en lugares seguro a donde ir, debían empezar a tener una estrategias de asentamientos lo suficientemente disgregados. Así, el enemigo no iba a poder matar a todos a la vez. Pero tenía que pensar en la manera de poder seguir en contacto con todos para darles su protección y, a la vez, que se ocultaran lo suficiente de los monoteístas. Tendría que hablar con Hermes, Hefesto y Artemisa para desarrollar y llevar a cabo algunas ideas que ya tenía pinceladas en su cabeza. Y en cuanto a la protección bélica…
Prometeo abrazó la cintura de Atenea y la atrajo a su costado. La diosa se dejó hacer, mientras su mirada ida y pensativa se concentraba frente a ella. Obviamente, no miraba a la cueva o a las ninfas que caminaban entre las personas. Prometeo sabía que estaba pensando, que ya entendía qué hacer para sobrevivir. El titán sonrió. Nunca había dudado de que el conocimiento y la sabiduría, Atenea, iba a lograr hacer renacer al panteón.


FIN

2 comentarios:

  1. ¡Hola Linda! Gracias por pasarte a mi blog, <3. Yo te entiendo la Tesis es uno de esos eventos que cuesta terminar x'D. Pero ánimo, ya mismo lo logras todo. Me encanto tu cuento *O*, muy bueno. Ahora te respondo con lo de donde pides para tener madrina, es aquí: http://leyendoentreletras.blogspot.com/2012/05/club-apadrina-un-blog.html. Tienes que hacer una entrada y llenar un formulario, me comentas cuando para pedir solicitud de ser tu madrina <3. Un besote!

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    1. Hola linda!
      Te leíste todo "Al caer Constantinopla"? Genial que te gustara!
      Gracias por la info! Me pasaré por allí ya mismo.
      Abrazos!

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