¡Recuerden!
Puede tener su blognovela. Si lo quieren.
4
¿Y
el tercer tipo?, parte
final
Después de pasarle la taza con café a mi madre por una
pequeña abertura, y sentándome a comer mi cereal, llamé a Lee y lo puse en
altavoz deseando que fuera posible poder retrasar un poco más el mal trago.
Lee es un dragón de tierra y agente de la autoridad
pertinente en nuestra gente, secreta para el gobierno, que se hace cargo de
todo lo extraño que sucede por aquí, siempre y cuando tenga que ver con gente
sobrenatural agrediéndose entre sí o a los humanos.
Aunque es eficiente y confiable, hay mucha historia (que,
como siempre, nadie me contaba) entre Lee y mis padres, por lo que a veces se
ponen las cosas un poco… Intensas, cuando están reunidos.
Yo insisto en que una prioridad de Lee, cuando tiene que
hacerse cargo de un asunto que nos concierne, es descubrir si somos culpables
de algo. Pero, tal vez a su pesar, normalmente termina simpatizando con
nosotros y nuestros motivos, a veces hasta con los métodos. Eso no quita que
sea muy transparente en su parecer de que mi familia atrae a los problemas, y
que casi siempre termina siendo él el que limpia nuestro desastre.
—¿Qué sabes sobre
el cuerpo del callejón al lado de tu edificio? ¿Y qué hacían un Oni y un perro
de Fu escalándolo, Selena? —fue el no-Aló de Lee al teléfono. Él tiene una
particular manera de hacer parecer malas palabras a los nombres.
—Buenos días para ti también, señor Lee. Le habla el hijo
de Selena —dije yo y comí una gran cucharada de mi cereal favorito.
Pude oír que Lee estaba en movimiento y que habló con
alguien más antes de contestarme:
—¿Y Selena? Ben
está en medio de esto, ¿verdad?
—Ella está haciéndose cargo del perro de Fu y la Oni en
el Círculo y sí, es cosa de Ben, pero él tampoco puede hablarle porque está
dormido mágicamente —respondí, tragué y cogí otra cucharada.
No le quise preguntar sobre el cuerpo que había
mencionado, ya lo sabría. Ese momento en que estaba solo comiendo cereal era lo
suficientemente normal como para no querer arruinarlo.
—¿Necesitan algún
tipo de refuerzos?
Yo lo pensé un instante y, como mi madre no me había
dicho nada al respecto, bromeé:
—Depende, ¿tienes acceso a albañiles que trabajen
gratuitamente? —me sonreí de solo imaginar su ceño fruncido.
—Si tienes tiempo
para bromas tontas, entonces no es tan grave —respondió, con practicidad y
hastío—. ¿Están en su casa?
—Sí.
—No salgan de ahí.
Ya estoy llegando. —y colgó.
—Hasta luego también a ti.
Cuando Lee llegara, importándole muy poco nuestro
sufrimiento y mucho su necesidad de respuestas, sería momento de tener
paciencia mientras contestaba todas sus preguntas y esquivaba las indirectas de
tener alguna culpabilidad en lo sucedido… Solo porque tenemos la mala suerte de
siempre meternos en problemas.
Me serví más cereal y puse más agua y polvo de café en el
coffemaker. Necesitaríamos toda la fuerza posible.
Miré hacia Ben, dormido en la sala tapizada por su
sangre, y sentí lástima por él. No me hubiera gustado estar en su pellejo
cuando despertara todo adolorido, Lee siendo lo primero que viera y Selena, a
la cual debía pedir disculpas.
-o-
Lee llegó justo cuando maldecía el no ocurrírseme llamar
a Jun o Lucas antes de que los hicieran dejar sus teléfonos celulares a las
puertas del colegio… Y entre dos bocados de cereal.
Entró tan rápida, silenciosa y desprevenidamente que, al
subir la vista de mi celular y su mensaje de «Sin señal», di un salto y una mala palabra al encontrármelo al otro
lado del desayunador.
—La puerta estaba abierta y hay rastros de sangre,
debíamos entrar. —Lee. Tan amable en persona como al teléfono.
—Buenos días, ¿café? La sangre de aquí, es de mi padre.
—Aunque en el Círculo de seguro habría más…
—Ya veo. —Sus ojos rasgados me inspeccionaban de esa
manera en que me hace sentir nervioso, por más que fuera muy inocente en todo
lo sucedido—. ¿Selena? ¿Aún en el Círculo?
Detrás de Lee, habían dos de sus subordinados. Uno de
ellos estaba revisando las vitales de Ben. Me cayó bien al instante Y, la otra,
estaba tomándole fotos a la sangre en la sala de estar. Me cayó mal.
—Sí.
Fui a lavar el cuenco y cuchara, más para poder darle la
espalda a Lee y su mirada culpabilizadora, que por ser ordenado.
Lee llamó a sus subalternos para darles órdenes. Una fue
a la azotea a hacer magias de «Nada pasó
ni pasa aquí», para que los humanos no recordaran a una Oni o a un enorme
perro dorado con melena de león en la azotea de un edificio, ni sintieran ganas
de acercarse al cuarto piso.
El otro fue enviado a ayudar a mi madre. Por eso, y sin
sorprenderme, supe al instante que Lee se había dado la auto-orden de
exprimirme respuestas. Creo que me cree el eslabón más débil, aunque también
sea el que más le exaspera. Confiado en eso último y en que no tenía por qué
ocultarle nada, me volví al oír su:
—Cuénteme todo lo que pasó…
-o-
Solo hay tres cosas dignas de mención sobre ese
exhaustivo y muy hastiante interrogatorio en que logré contar todo sin sentir miedo,
porque el mal humor de estar más de media hora hablando hasta del último
detalle del tema era un buen incentivo.
—… Quiero ver el objeto al que usted llama caracol-coral.
Yo lo saqué del bolsillo y se lo enseñé, pero lo alejé de
su mano cuando vi que quería cogerlo.
—Es posible que sea del cliente de Ben, no puedo…
—Estoy al tanto de ese caso —me interrumpió Lee, sin
importarle no poder coger el caracol-coral—. Está bien, puede conservarlo.
Aunque me moría de ganas por conocer lo que él sabía del
caso, no pude sacarle nada… Pero me sentí victorioso de que no me quitara el
caracol-coral.
Lee también pareció muy sorprendido cuando le comuniqué
lo último que sabía sobre el PdT.
—¿Y su madre lo dejó ir así, sin encargarse de él?
Por un momento, en que supe sin lugar a dudas que
necesitaba dormir, temí que se refiriera a… Encargarse, encargarse. Pero Lee me
bufó, al entender mi expresión correctamente.
—Ponerlo en trance para poder cambiarle la memoria o
hacerlo creer que era una pesadilla —me explicó, en vez de decirme el «idiota»
que su rostro gritaba.
Y, lo tercero digno de mención, pasó justo cuando creí
que ya había terminado ese tormento.
Lee sacó su teléfono celular y, después de bregar con su
«maldita pantalla de botoncitos», terminó
pidiéndome ayuda para que encontrara las fotografías y, ya ahí, él solito buscó
una y me la enseñó.
—¿Conoce a este hombre?
Era alguien de mandíbula cuadrada, y muerto.
—No, no lo conozco. ¿Quién es?
—Parte de una investigación activa.
No sé porqué insistí, siempre se cierra en banda.
—¿Qué le sucedió?
—Está muerto.
Pensé que ése debía ser el cuerpo del que había hablado
antes por teléfono. Fruncí los ojos, hastiado.
—¿Y nos culpa de eso también?
—No, fue cosa de la Oni. —sin inmutarse siquiera por
haberme respondido una pregunta, Lee se guardó el teléfono celular y se puso en
pie—. Le doy las gracias por su colaboración, pero…
De alguna injusta manera terminé encerrado en mi
habitación como agradecimiento por esa colaboración.
No supe hasta horas después, por mis padres, que el
muerto era el tipo que se les perdió de vista cuando ella se hacía cargo de uno
de ellos, y Ben estaba dentro del hueco para el ascensor.
¿Por qué estaba en el callejón y no arriba, tratando de
matar a mis padres? Nunca lo supimos. Pero Selena tiene la idea, que pensó
después de saber que el tipo era un perro de tierra, de que posiblemente bajó
al suelo para intentar ayudar desde ahí a sus fugados-de-la-escena compinches.
Cuando pregunté de qué ayuda podría ser desde tan lejos,
ella me contestó subiendo los hombros, como si en verdad hablara de un tema sin
importancia.
—Como dicen que tenía muy alto nivel, bien pudo haber
hecho un terremoto focalizado en el edificio para presionarnos, o incrementar
la gravedad. Como a los otros no les haría efecto porque también eran
tierra…
… Aún no me acostumbro de que ese tipo de nueva
información para mí, siempre sea dicha como si fueran obvias.
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